LOS DIEZ MANDAMIENTOS Y LOS SEPHIROT (V)


6. NO MATARAS.

La séptima esfera consiste en no dejarse engañar por el mundo y por los adulterios del cuerpo. Esto implica hasta cierto punto una lucha constante hasta obtener la Victoria sobre la carne y sus pasiones, sin embargo esta lucha y conflicto es una forma disimulada de dualidad.

La dualidad reaparece en la esfera anterior ya no como bueno-malo, yo-otros, o humano-Dios, sino como una dualidad en cada persona: La dualidad hombre-animal. En esta esfera de actividad, siempre se ha dicho que el hombre debe sacrificar su parte animal, sus emociones y deseos para mantener a Dios contento, en la Biblia y otros textos se habla a menudo de sacrificios que eran ordenados por Dios pero ¿por qué se sacrifican animales?.

La realidad es que el acto de sacrificios de animales era una forma bastante primitiva de magia simpática. Supóngase que una persona tiene un mal físico o una dolencia, si ese mal tiene origen psíquico, entonces se puede decir que hay una carga emocional que está provocando desórdenes. Si esta carga emocional puede ser identificada por medio de atributos analógicos con algún animal y la persona sacrifica ese animal a Dios, entonces es como matar su carga psíquica y entregársela a Dios. Así para cada mal, cada error, cada pecado tenía un animal especifico.

Con la historia Bíblica de Caín y Abel, Dios se sintió feliz con el sacrificio de Abel que consistía en el más tierno de sus corderitos y se sintió decepcionado con Caín quién le sacrifico sus mejores productos agrícolas. La respuesta de esto es que los animales representan el plano astral o emocional y los vegetales el plano etérico o energético. Así que esta alegoría significa, que Dios no quiere nuestra energía, nuestro trabajo, nuestro tiempo y nuestra vitalidad. No quiere que le prendamos velas, ni hagamos ofrendas de incienso, o agua magnetizada o pongamos flores. Dios quiere que matemos en nosotros nuestras pasiones animales y así nos acerquemos a Él.

Así que más importante que el aspecto vulgar y superficial del asunto del sacrificio, lo importante es comprender que el hombre debe sacrificar en sí mismo todas su pasiones animales, o al menos esto es lo que parece sugerir la séptima esfera.

Sin embargo hay que decir que Cristo muestra una enseñanza preciosa en el Evangelio cuando dice que hay que perdonar a los enemigos, que hay que ofrecer la otra mejilla, y finalmente, hay la frase de oro que nos iluminará el sentido de esta esfera: No os resistáis al mal.

Tal como lo afirma Él mismo, el mal del mundo viene a mí y no encuentra asidero, no hay nada que temer si uno correctamente se ha liberado de las identificaciones sensuales de la séptima esfera. Si logras correctamente no adulterar tu vida, verás que no hay ningún enemigo con el cual debas luchar, y no habrá nada que debas destruir, ni hay ninguna emoción que debas sacrificar. ¿Por qué?. Porque las emociones no son tuyas, no te pertenecen, imagina que tu estás parado en un sitio, las cosas de afuera te generan reacciones emocionales, tal como por ejemplo el ver una rosa te recuerda a tu mamá y sientes alegría o nostalgia, y ves a una persona que te recuerda a un viejo amor y te revive el sufrimiento. Estas son cosas de la memoria, pero no hay nada de malo afuera, lo exterior solo son gatillos. Esta es la primera parte del asunto que como ya se vio se trabaja en la séptima esfera, ahora en la sexta, no hablamos de las emociones que surgen como recuerdos conscientes o inconscientes, hablamos de las emociones que están en el ambiente y que uno toma como propias por no vivir libre de adulterios y por robar.

Si vas a un lugar muy armónico sientes armonía, esta no es tu armonía, no son tus emociones, son solo emociones que están en el ambiente y que tal como han venido se van a menos que tu las creas tuyas (adulterio) y las tomes (robes) de la experiencia. Si vas a un sitio inarmónico entonces esa inarmonía la sientes, si no eres precavido la traerás contigo a tu experiencia de vida.

Tiphereth es la esfera del Sol, y que por lo tanto es la esfera del Ego, del Yo, de la creencia en una identidad, en su forma más amplia. La persona no entiende por causa del egoísmo que no posee ni emociones ni pensamiento, sino que pensamiento y emoción fluyen a su través como si fuese un liquido atravesando una malla. Entonces solo existen en el momento en el que vienen y luego se van, a menos que él crea que son sus pensamiento y sus emociones, como si la malla estuviera tapada y sucia. Ahí entonces comienza el desorden.

Si no hay creencia en un pensamiento y en una emoción personal, entonces no hay idea de un Yo poseedor, por ello no hay nada que matar ni sacrificar ni dentro ni fuera, se logra la perfecta inofensividad, esto es lo que se llama Belleza, es un estado de serena armonía, todo entra y sale de la experiencia, la persona se comprende a sí mismo como un reino donde el Rey es Dios, y se comprende como libre de falsedad, de identidad, de dualidad, de ataduras sensuales y de aversión; todo lo que entra en la experiencia es intensamente disfrutado y luego simplemente se le deja ir. Tal es la belleza que no necesita matar nada.


(continuará)


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