COMO EL HOMBRE PIENSA (I)





I. Vosotros sois la sal de la Tierra...., vosotros sois la Luz del mundo.... . Así ha de lucir vuestra luz ante los hombres, para que viendo vuestras buenas obras, glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.

Aquí Jesús se dirige a los que han comprendido las cosas materiales y adquirido alguna comprensión de las cosas del Ser. A ellos les llama “la sal del mundo” y su luz, ya que es fácil aceptar la Verdad de los principios, pero luego no incorporarlos a su vida y esa es una acritud peligrosa, pues la sal ha perdido su sabor y no es buena.

Si aceptamos lo que Jesús nos enseña y nos esforzamos en realizarlo y destruir todo lo que no debe estar en nuestra vida, como es el orgullo, la vanidad, sensualidad, presunción, recelo, auto conmiseración, resentimiento, condenación, etc., y los dejamos morir; si cultivamos nuestro recto modo de pensar, especialmente para aquellos que no nos caen bien, es cuando somos dignos de ser llamados la sal de la Tierra, y las circunstancias que nos rodean carecerán de importancia, pues todo lo que nos dificulte la vida será superado y ejerceremos una influencia luminosa a nuestro alrededor, y hombres y mujeres en lugares y tiempos remotos, recibirán nuestro bien.

El estado de nuestra alma se manifiesta a través de las condiciones externas de nuestra vida material y la influencia que irradiamos. El alma desarrollada y que se construye en la oración, no se puede esconder. Brilla a través de la vida que vive, habla por sí en un silencio profundo, su sola presencia sana y bendice sin esfuerzos todo lo que le rodea.

Nunca impongamos a otros la Verdad Espiritual, sino que vivamos de tal manera que se queden impresionados por nuestra conducta y la paz que ilumina nuestro semblante; entonces acudirán espontáneamente a pedirnos eso que poseemos.

(continuará)


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