EL JUICIO Y LA CRUCIFIXIÓN DE JESÚS (IV)

Autor: Sión de Bouillón



Pilatos no condenó a Jesús. Fueron los Fariseos los que le condenaron según sus leyes en su corte eclesiástica. Pilatos representa la Ley cósmica, el Plan del Logos, majestuoso e ineludible. La intervención de la esposa de Pilatos representa la cualidad de misericordia, amabilidad, amor. Se nos muestra que aunque tiene un sitio honorífico como esposa del Procurador, ni siquiera la misericordia puede alterar las leyes de la evolución.

Si fueron hechas por el Logos, tienen que estar bien hechas y regir bajo todas las circunstancias. En la gran sala de la corte, abierta al mundo, Pilatos plantea la gran elección entre el Bien y el Mal, entre el desarrollo o el estancamiento. Todos los hombres podemos escoger como queremos. La mayoría no escogen la auto-disciplina y el crecimiento espiritual, porque no están todavía preparados.

Escogen a Barrabás que tipifica la ira y las pasiones desenfrenadas, marcado ya por la Ley como el asesino de su propio progreso espiritual, Pilatos accede, porque todo hombre tiene el derecho de escoger su camino y su destino.

El hombre que escoge a Cristo no pide excepciones ni favores. No trata de eludir aquello para lo cual se ha preparado. Sabe que nadie puede favorecerlo con intentar facilitarle sus luchas. El Cristo que lleva en sí mismo le alienta a perseverar y hacer frente a todo lo que le venga, a todas las dificultades y tentaciones que puedan presentársele, aunque de vez en cuando le asalte una debilidad temporal.

Esta interpretación de los incidentes del Juicio es diferente a la enseñanza que las iglesias suelen dar. Nos muestra claramente que en semejantes crisis debemos marchar espiritualmente solos, tal como un niño debe aprender a caminar solo, físicamente. Pues así es como se desarrolla.

Pilatos da el veredicto que se espera de él. Las almas inmaduras quedan satisfechas con su Barrabás. Y el que aspira a la santidad sigue solitario en pos de su estrella. Sus pruebas se hacen más pesadas a medida que él crece en fortaleza para soportarlas, tal como el acero más fino recibe el temple más drástico.

Durante la etapa simbolizada por la travesía al Calvario, las últimas dos flaquezas, el amor al dinero, y la cobardía, pierden su efectividad: Judas se ahorca, y Pedro llora amargamente.

Llega así a la última y suprema prueba Iniciatoria: La superación completa e irrevocable de todos los lazos corporales y materiales. Uno de los dos ladrones simboliza el cuerpo físico, y el otro los instintos bajos del yo mente-emocional. Los dos juntos han sido culpables de evitar hasta ahora, el logro pleno de los más altos estado de vida, a los que no puede elevarse ninguna persona ordinaria sobrecargada por los lazos terrenales.


(continuará)


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