EVANGELIO DÍA 1 DE FEBRERO




Llegaron a la otra orilla, a la tierra de Garasa. Se le acercó un hombre que tenía un espíritu impuro. Nadie podía sujetarlo. Pero cuando vio de lejos a Jesús, echó a correr y poniéndose de rodillas le dijo a gritos: “No te metas conmigo, Jesús, Hijo del Altísimo”. Jesús le preguntó: “¿Cómo te llamas?”. Él contestó: “Me llamo Legión porque somos muchos”. Y rogaba a Jesús que no enviara los espíritus fuera de aquella región. Y como allí se hallaba una piara de cerdos, los espíritus le rogaron: “Mándanos a los cerdos y déjanos entrar en ellos”. Jesús les dio permiso y los espíritus salieron del hombre y entraron en los cerdos. Éstos, que eran dos mil, echaron a correr pendiente abajo hasta el lago y se ahogaron. Los que cuidaban de los cerdos salieron huyendo y contaron en el pueblo lo sucedido. Y cuando llegaron adonde estaba Jesús, vieron sentado y en cabal juicio al endemoniado. La gente estaba asustada y los que habían visto lo sucedido se lo contaron a los demás. Al volver Jesús a la barca, el hombre le rogó que le dejara ir con Él, pero Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: “Vete a tu casa y cuéntales lo que te ha hecho el Señor y cómo ha tenido compasión de ti”.
(Marcos 5, 1-20)

MEDITACIÓN

La conversión, es a la vez una gracia y una obligación. Es muy fácil acostumbrarse al mal. Ni el loco, ni muchos de los que se creen cuerdos, quieren cambiar las cosas, desean, simplemente, quejarse de ellas. La conversión, implica un modo de vivir diferente.

© Todos los derechos reservados. Orden del Temple, 2.010