PEREGRINACIONES Y CREENCIAS DE LOS PUEBLOS CELTAS





Mucho antes de que las tribus de procedencia germánica y romana hicieran desaparecer a los celtas, ya ellos habían implantado en Europa central su cultura prehistórica de principios de la Edad del Hierro, que fueron extendiéndose hacia el Oeste en las Galias, Britania, Irlanda y la mitad del norte de España.

Sería muy aventurado hablar de una manera realmente precisa, de las peregrinaciones en los cultos célticos porque no hay datos históricos que lo avalen, lo que hace poner en duda la existencia de santuarios propiamente dichos. No obstante, según los historiadores griegos y romanos que llegaron a tener contacto con los celtas, sabían que en esas tribus tenían la práctica de sacrificio de animales y también a veces de personas en los lugares que consideraban sagrados.

También se han llegado a conocer un par de centenares de divinidades celtas, y de las más importantes podemos citar a Bel o Beleno, dios benéfico que personificaba al Sol, que daba fertilidad; Belisana, era la diosa de las artes que los romanos fundieron con Minerva; Taut o Teutates, dios de la guerra, que simbolizaban en un dardo y otras veces con la forma de un roble. Taran, dios de la tempestad, Kira del huracán: Esterela diosa de la fecundidad de las mujeres y Kermo dios de la caza.

Pero hay varios ciclos mitológicos celtas, que pasaron en el siglo IX a.C., de las Galias a las Islas Británicas, que contienen una gran variedad de nombres, a veces parecidos y otras con distintas atribuciones y significados. Hay también una gran cantidad de divinidades regionales, como espíritus protectores de las aguas o de la salud, otros que se suponía vivían en bosques sagrados, por lo que a ellos iban los pueblerinos en peregrinación, unas veces con sus jefes tribales y otras en solitario. Las noticias que han llegado de esos bosques sagrados, han sido por la interpretación que de ellos han dado los escritores romanos, como Lucano, Plinio y otros, que se refieren al horror de los sacrificios humanos que allí celebraban los celtas, pero en cambio, hacen elogios a su cultura y los conocimientos astronómicos y filosóficos que poseían los gruidas, grandes magos de las creencias célticas, que hacían también el papel de sacerdotes y cuyo prestigio era superior al de los mismos reyes, sobre todo en Bretaña e Irlanda.

Los druidas, oficiaban en las ofrendas ante el pueblo congregado, en los festivales religiosos o por desastres naturales y también en casos de contiendas, siendo los encargados de las fuentes termales, donde los peregrinos acudían a sanar de sus dolencias, termas que fueron conocidas varios siglos después en la cultura grecorromana. Así, los romanos que destruyeron los bosques sagrados por los sacrificios humanos allí realizados, conservaron las termas y levantaron allí sus santuarios para las divinidades romanas, muchas de las cuales, fueron asimilados de los dioses celtas.

Plinio, nos informa en su Historia Naturales, que las aguas del río Tamáricus, es decir, el céltico y gallego río Tambre, servían de augurio a los nativos, porque de sus tres manantiales, dos estaban secos durante doce a veinte días, mientras el otro conservaba su caudal, y cuando alguien iba a visitarlos, sabían que si estaban secos era un mal presagio, y que su amigo Laertius Licinius murió a los siete días después de haberlos visto secos.

Más que una religión propiamente dicha, lo que decidió la importancia de la vida ultraterrena de los celtas, fue la magia ejercida por los gruidas en los bosques y fuentes sagradas, únicos lugares que de verdad eran los auténticos para peregrinar, donde hay santuarios de dioses prehistóricos y cuyos espíritus de poder manejaban estos magos gruidas. Sus creencias, han sido fuertemente conservadas en los lugares donde vivieron, donde aún hoy día, se conservan leyendas populares, como la de las xanas asturianas, que se consideran diosas de cuevas y fuentes.

En cualquier caso, desde el punto de vista estrictamente religioso, es la total creencia de los celtas en una vida futura, aunque esta estaba condicionada a una existencia, no exclusivamente espiritual o de una segunda personalidad, sino en la misma vida física, que tenía una resurrección en otra vida y en un lugar difícil de precisar, pero desde no perdían el contacto con el mundo terreno si era su deseo, y eso fue el inicio de los festejos en los cementerios, así como el depositar en las tumbas objetos y alimentos que pudieran serles de utilidad a los difuntos. Con el tiempo, esos ritos funerarios, que tenían mucho de culto a los antepasados, se transformaron en ofrendas simbólicas y conmemoraciones anuales en los túmulos de piedra que honraban la memoria de los muertos.

Estas fiestas conmemorativas, se adaptaron al cabo de los siglos a las festividades romanas, cuando el Imperio se extendió por todos los lugares célticos, y de esa misma forma, cuando el cristianismo se extendió, éstas se incorporaron a la fiesta cristiana de Todos los Santos y la fiesta celta solar del solsticio en San Juan.

Es curioso que en la fiesta céltica del Sol, que responde al mito universal del solsticio, tuviera mas eco en las civilizaciones centroamericanas, donde se funden las fiestas del Fuego Nuevo y el ritual mágico solar de forzar al Sol a no extinguirse. Todo ello tiene una resonancia de raza indogermárnica, cuando en ambos lados del Atlántico, se apagan los fuegos de los hogares, pero se encienden hogueras simbólicas de un Fuego Nuevo. A ellas acuden los peregrinos con una tea , para llevar a sus casas la renovación del fuego.

La fiesta del Sol y el Fuego, tienen una identificación casi absoluta, y en ellas se mezclan los ritos ígneos y solares, que fueron para los celtas tanto como para los indios centroamericanos, el motivo principal de peregrinaciones en las fiestas anuales, y en ellas, los sacerdotes americanos examinaban las vísceras de sus víctimas para realizar sus augurios, igual que hacían los celtas.

Recalcar estas coincidencias a ambos lados del Atlántico, no pretende significar conclusiones fantásticas de emigraciones de los celtas a tierras americanas, porque ello no tiene base histórica, aunque los relatos de los indios precolombinos, nos hablan de hombres barbados y blancos que llegaron no saben en que fechas a sus costas, lo cual hizo al emperador azteca Mostezuma, basado en estas leyendas, creer que Hernán Cortés era descendiente de aquellos navegantes mitológicos y representante del dios civilizador de los aztecas, que se alejó en una balsa por el Atlántico prometiendo volver.


(continuará)


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