SÁBADO SANTO 2.010

MUERTE DE JESÚS



Era ya cerca de la hora sexta cuando, al oscurecerse el Sol, hubo oscuridad sobre toda la Tierra hasta la hora nona. El velo del Santuario se rasgó por medio y Jesús dando un fuerte grito dijo: “¡Padre!, en Tus manos encomiendo Mi espíritu”, y dicho esto expiró. Al ver el Centurión lo sucedido, glorificaba a Dios diciendo: “¡Ciertamente, este hombre era justo!”. Y todas las gentes que habían acudido a aquel espectáculo, al ver lo que pasaba, se volvieron golpeándose en el pecho. Estaban a distancia viendo estas cosas, todos sus conocidos y las mujeres que le habían seguido desde Galilea.

Los prodigios cósmicos, simbolizan la teofanía de Dios, Su manifestación al mundo. Jesús, a pesar de Su desamparo y abandono, será resucitado por Dios y coronado como Cristo Rey, cabeza de la nueva humanidad. Cuando el Sol comenzó a ocultarse, los gritos, imprecaciones, insultos de los fariseos, idas y venidas de los soldados, a medida que las tinieblas se hacían más densas, todos estaban sobrecogidos y se alejaban de la cruz.

Que se rasgue el Velo del Santuario, significa que se ha suprimido el culto antiguo mosaico. Ha nacido un nuevo culto espiritual. Jesús ha destruido el culto del Antiguo Testamento de sangre de animales. Jesús es el Siervo-Sacerdote que con Su propia sangre entra en un Santuario ya no construido por hombres, sino por el Dios vivo. Cristo inaugura el Viernes Santo el nuevo culto en Espíritu y en Verdad. Al rasgarse el Velo en dos, no era natural, sino una señal Divina por la cual Dios hacía saber que Él ya no estaba allí y que nada habría que guardar en secreto: El templo se quedó vacío. No hacían falta ni Velos ni imágenes para hablar de la Verdad, pues estaba a la vista de todos desnuda. El verdadero Santo de los Santos, estaba ahora en el Calvario, donde estaba también la verdadera Arca de la Alianza que encerraba todos los tesoros de Dios.

En efecto, la Vara de Aarón había sido sustituida por el árbol de la cruz. Las Tablas de la Ley habían sido superadas y perfeccionadas por el mandamiento nuevo de Jesús: “Amaos los unos a los otros como Yo os he amado”. El auténtico Maná, era el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, verdadero alimento espiritual para todos los que peregrinamos por este mundo.

“La Tierra tembló y se hendieron las rocas; se abrieron los monumentos y muchos cuerpos de santos que dormían, resucitaron y salieron de los sepulcros, después de la Resurrección de Él, vinieron a la ciudad santa y se aparecieron a muchos. Señal inequívoca de la victoria de Jesús sobre la muerte y de la liberación de los que le esperaban en el seno de Abraham, para llevarlas al Reino de Dios. Fue necesario y justo el descenso del Señor al vasto reino de los muertos y a cuantos durmieron sin saber Su nombre, pero en la esperanza del Señor, apenas muere el Salvador en la cruz, se acuerda de ellos y libera a los durmientes para llevarlos consigo al Reino. “La muerte ha sido absorbida por la victoria. ¿Dónde está muerte tu victoria?, ¿dónde está muerte tu aguijón?. Gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por Nuestro Señor Jesucristo”.

 
LA CONFESIÓN DE FE DEL CENTURIÓN

Esto, es particularmente importante, porque aparece junto la confesión del Buen Ladrón. Ambas dan testimonio de su fe frente a todas las negaciones, tanto de la autoridad judía y pagana, como de los discípulos de Jesús.

Cornelio poseía el grado de Centurión, formando parte de una cohorte que se denominaba Itálica, cuyo nombre proviene según costumbre romana, del lugar donde provenía. También se la llamó Hispánica y era de la ciudad patria de Trajano y Adriano: Hispalis o Sevilla.



LA LANZADA


Siendo este Sábado tan solemne que no convenía que los cuerpos se quedaran colgados de la cruz porque quitaban brillantez a la fiesta y se contaminaba la Tierra con su presencia. Por eso, pidieron que se le sepultase, después de quebrarles las piernas para abreviarles la vida. Era una nueva crueldad con el Señor, aunque ellos no sabían que ya había muerto. “Y esto sucedió para que se cumpliera la Escritura: No le quebraréis ningún hueso”. Uno de los soldados, le atravesó el costado con una lanza con el fin de asegurar Su muerte y traspasó Su corazón de parte a parte. Longinos hirió Su corazón, fuente de Vida, pero la lanza, al abrir Su corazón, nos abrió la puerta de Su Amor, saliendo de Su costado sangre y agua.







EL DESCENDIMIENTO DEL SEÑOR

Después de esto, rogó a Pilatos José de Arimatea, que era en secreto discípulo de Jesús, por miedo a los judíos, que le permitiese tomar Su cuerpo y Pilatos se lo permitió. Llegó Nicodemo y trajo una mezcla de aloe y mirra, unas cien libras. La Ley judía, prohibía tocar en pleno campo a un ajusticiado porque se quedaba “impuro” siete días y no podrían celebrar la Pascua. Sin embargo, tanto José de Arimatea como Nicodemo bajaron el cuerpo de Cristo y lo sepultaron sin reparar en gastos, sin miedo al odio y la murmuración. Por consiguiente, José compró una sábana y lo descolgó de la cruz, apoyando unas escaleras por la parte trasera de la cruz y subieron con unos finos lienzos, atándole para bajarle.





Cuando bajan el cuerpo, lo depositan en brazos de Su madre que lo recibe amorosamente. Pero, ¡que dolor! La Virgen, presente en el Calvario al pie de la cruz, recibe a Su Hijo para ungir y amortajar el cuerpo sin vida de Jesús. Ella, también es martirizada en espíritu, pues la espada que el anciano Simeón profetizó que atravesaría Su alma, hizo manar dones espirituales para la humanidad.







LA MORTAJA DE JESÚS


Según la costumbre judía, era obligatorio lavar el cuerpo antes de la sepultura, pero el de Jesús no lo fue, según se aprecia en la Sábana Santa. En Palestina en tiempos de Cristo, los cadáveres eran enterrados al poco de morir, se lavaba el muerto con perfumes (un compuesto de mirra y aloe) y luego se amortajaba con varias telas: Una para la cara, manos y pies vendados y otra sábana mayor para cubrir todo el cuerpo. Los pobres eran sepultados en fosas comunes y los ricos en lujosas tumbas excavadas en las rocas.







La entrada de la tumba, quedaba sellada por medio de una gran piedra rodante (golel) que impedía la profanación del espacio. El cadáver de Jesús, quedó extendido sobre el suelo con los brazos extendidos y rígidos, aunque luego consiguieron que fuesen cruzados sobre el pubis. “En un huerto, había un sepulcro nuevo, donde nadie había sido depositado todavía. Dentro, había como un banco de piedra para depositar el cadáver.

Las mujeres que habían venido con Él de Galilea, fueron detrás y vieron el sepulcro y cómo era colocado Su cuerpo. Regresando, prepararon aromas y mirra y el sábado descansaron según precepto. Con el Señor abandonado, traicionado y negado por sus discípulos, son las mujeres las que toman el protagonismo testimonial en esta fase de la Pasión de Cristo. Mujeres pues, serán las últimas testigos de que Jesús fue sepultado, muerto y también testigos del sepulcro vacío, sobre el que un ángel insiste: “No busquéis entre los muertos al que está vivo”.

Al otro día, que era el siguiente de la Parasceve, los sacerdotes y fariseos ante Pilatos le dijeron: “Señor, recordamos que ese impostor dijo “Después de tres días resucitaré”. Manda pues guardar el sepulcro hasta el día tercero, no sea que vengan sus discípulos lo roben y digan al pueblo que ha resucitado de entre los muertos. Dijo Pilatos: “Ahí tenéis la guardia, id y guardarlo como vosotros sabéis”. Ellos fueron, pusieron guardia al sepulcro y sellaron la piedra .



LA MAÑANA DE PASCUA. EL SEPULCRO VACÍO


Pasado el sábado, ya para amanecer el día primero de la semana, la mañana de Pascua, vino María Magdalena con la otra María a ver el sepulcro y sobrevino un gran terremoto, pues un ángel del Señor vino, movió la piedra y se sentó sobre ella. Era su aspecto como del relámpago y su vestidura blanca como la nieve. De miedo temblaron los guardias y se quedaron como muertos. El ángel, dirigiéndose a las mujeres dijo: “No temáis vosotras, pues se que buscáis a Jesús , el crucificado. No está aquí, ha resucitado según lo había dicho. Venid y ved el sitio en que fue puesto. Id luego y decid a sus discípulos que ha resucitado de entre los muertos y que os precede a Galilea y allí le veréis. Esto es lo que tenía que deciros”. Partieron llenas de temor pero Jesús les salió al encuentro diciéndoles “Salve”. Ellas acercándose, asieron sus pies y se postraron ante Él. Díjoles Jesús: “No temáis, id y decid a mis hermanos que vayan a Galilea, allí me verán”. Jesús se apareció primero a María Magdalena, que se lo dijo a los apóstoles pero no la creyeron.


Jesús le dijo a Magdalena “No me toques, porque aún no he subido al Padre”. Jesús resucitado, no estaba sometido a las leyes físicas, por eso la Magdalena no le reconoce hasta que Jesús quiso darse a conocer. Desde este momento, María Magdalena, fue consagrada como el Apóstol de los Apóstoles, la mensajera de Jesús resucitado, con Su cuerpo renovado y glorioso, no sujeto ya a la muerte y con el cual subió al cielo en presencia de sus amigos. Porque Dios, no es un Dios de muertos, sino de vivos y Cristo transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de cuerpo glorioso.

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