DEL PAGANISMO ROMANO AL CRISTIANISMO (II). Historia (VIII)



También había catacumbas en otras ciudades italianas, en España, Galias, Austria, Alemania y Cartago durante los tres primeros siglos del cristianismo, pero las más famosas sin duda, son las de Roma y de entre ellas, destaca la llamada de San Calixto , situada bajo la vía Appia, con las sepulturas de los Papas de la época; también las de Santa Domitila y Santa Priscila. Todas tienen una gran importancia arqueológica, ya que nos da a conocer la vida de los primeros cristianos y como se desenvolvían en aquella tela de araña de galerías, si no conocían las señales secretas para no perderse.

Dentro de las Catacumbas, se citaban los cristianos para asistir a los actos litúrgicos, alumbrados con pequeños candiles de aceite, aunque había también algunas disimuladas claraboyas para la entrada de aire. Allí se leían las epístolas de los hermanos que llegaban de Palestina o Grecia, aparte de que tener allí los restos de los mártires, convertían el lugar en centro de peregrinación. Estos restos, convertidos en objetos de culto, fueron llevados muchos años después, desde las Catacumbas a las iglesias cuando empezaron a levantarse los templos.

Al principio, las fiestas cristianas más importantes fueron una adaptación de las fiestas judías de Pascua y Pentecostés, que se tradujeron luego la primera por la resurrección de Cristo y la segunda con el descenso del Espíritu Santo sobre las cabezas de los apóstoles. Posteriormente, se añadieron las festividades de la Navidad, Epifanía y aniversario del nacimiento de los mártires.

Las persecuciones cesaron a partir del emperador Constantino, que aunque él era no muy creyente, la influencia de su madre, la luego llamada Santa Elena, pesaba mucho sobre su sentir. Así cuando atravesaba las Galias para ir a una batalla contra Majencio, de pronto decidió poner un remate en su estandarte que era una cruz. De esta manera se lanzó a la batalla en la que obtuvo una gran victoria.

Desde entonces, fue favorecedor de los cristianos, y al año siguiente, se reunió como emperador de Occidente que era, con Licinio César, de Oriente, en Milán y allí promulgaron el célebre edicto de Milán en el año 313, en el que concedían a los cristianos total libertad para practicar su culto.

Después, Constantino con su madre, hicieron construir los templos en Palestina, donde Jesús había nacido y habían sucedido los principales acontecimientos de su vida, como las iglesias de Belén, Monte de los Olivos y Santo Sepulcro, que desde entonces han atraído a grandes peregrinos de toda la cristiandad. En Roma, se levantaron las Basílicas de Letrán y San Pedro y San pablo, que también han sido lugares de peregrinación.

Constantino decidió fundar en Oriente una nueva capital en el emplazamiento de la antigua Bizancio, inaugurándose Constantinopla en el año 330. Pero él sólo sobrevivió siete años a la creación de esta ciudad, pero a partir de entonces, todos los emperadores de Oriente y Occidente, han protegido al cristianismo. Mas las disensiones creadas dentro de la propia religión, como el arrianismo, macedonianismo, priscilianismo y otros, no mermaron la difusión del cristianismo.

Los emperadores prohíben la veneración a los antiguos dioses, cuyo culta queda reducido al ámbito rural, que acaba llamándosele paganismo. Surgieron monasterios en lugares lejanos, e iglesias que luego serían lugares de peregrinación, como ocurrió con San Antonio como anacoreta en la Tebaida (Egipto) y luego con San Pacomio, en las orillas del Nilo, donde fundó un convento que llegó a tener cinco mil monjes.

Estaba cerca una época, durante la cual pasaría el cristianismo por la grave crisis provocada al derrumbarse el Imperio Romano de Occidente y sustituido por las tribus germánicas, que fundarían nuevas nacionalidades en la Europa de la Edad Media. Es en esos años donde se define la vida futura del pensamiento occidental, al fusionarse la herencia grecolatina con la nueva savia del norte. Ahí empezará la época esplendorosa de la vida cristiana que durará toda la Edad Media, sobre todo en sus centros famosos de Roma, Santiago de Compostela y Jerusalén.

El peregrino llega a ser un personaje popular en todas las rutas del mundo cristiano, donde se les mirará con respeto al verlo cruzar campos, bosques y ciudades con el atuendo y emblemas de su condición, y las gentes sencillas, aunque sean analfabetos, admiran el esfuerzo y la fe del peregrino, mientras que los doctos repiten la frase del apóstol San Juan: “Te portas con fidelidad en todo lo que haces con los hermanos y particularmente con los peregrinos”.

(continuará)
 
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