EL ORIGEN DE LAS PEREGRINACIONES A SANTIAGO DE COMPOSTELA




Son indudables las repercusiones históricas de la leyenda sobre Santiago en España, y de su patrocinio de la tarea reconquistadora ante los musulmanes. La fe en la protección de Santiago, hace llevar a los hombres a las acciones mas heroicas hasta lograr realidades históricas. Por ello, si la presencia material de Santiago para evangelizar España no está demostrada, y si los restos de Compostela son suyos o no, son cuestiones que no causan estragos sobre la leyenda o verdad histórica.



El fundamento de las leyendas sobre Santiago y su sepulcro compostelano, son cuestiones que salen fuera del terreno histórico visto desde el estricto cientifismo, ya que pertenecen a una ancestral tradición. Ello no le quita un ápice de valor al irrefutable hecho histórico de las peregrinaciones a Compostela desde toda Europa, cuyo apogeo duró largos siglos en toda la Edad Media hasta nuestros días, que han puesto a millares de peregrinos en cualquier lugar de las varias rutas que hay hacia Santiago de Compostela. Y ello no sólo para servir sus fines de fe, sino también a un intercambio cultural de profundas repercusiones, tanto laicas como religiosas.







Si la tradición hizo posible que comenzaran las peregrinaciones famosas, podemos retroceder a algunos relatos, fundamentalmente para conocer la génesis de esas peregrinaciones.



Según la tradición, cuando los Apóstoles se distribuyeron los lugares de peregrinación, el Apóstol Santiago, cuyo carácter lleno de ímpetu le atribuyó el apelativo de “hijo del trueno”, eligió la provincia romana de España, porque su distante situación en relación a Palestina era un incentivo, con su manera de ser, y la aventura de cruzar de un extremo a otro el Mediterráneo, no infundía temor a quien como él, tenía familia de navegantes. En el puerto de Jaffa o el de Tiro, había siempre dispuesta una nave fenicia, griega o romana, cuyo destino era llegar a España, como travesía comercial, traer trigo, hierro, cobre o estaño hacia Roma desde las provincias hispanas.



Se supone que llegó a las costas de Galicia, según la leyenda tradicional, aunque también fue posible que desembarcara en algún puerto del Sur, como Cádiz o Sevilla, y desde la Itálica que fundara el general Escipión junto al río Guadalquivir, se dirigiera por la calzada romana a Mérida, Coimbra y Braga (estas dos ciudades de Portugal), hasta llegar a la antigua Iria Flavio, junto a las márgenes del río Ulla. Luego continuaría por las tierras de Lugo, siempre acompañado por algunos de sus discípulos, para seguir después, siempre hacia el Este, por Astorga, Palencia, Osma, Numancia y Zaragoza, donde estuvo más tiempo en su labor evangelizadota y fundó la devoción a la Virgen del Pilar, según consta en un códice del siglo XIII que se conserva en el archivo de la Basílica. Desde allí, marchó a un puerto de Levante para volver a Palestina.



Poco después de llegar a Jerusalén, fue muerto por decapitación y sus restos arrojados fuera de los muros de la ciudad para pasto de los animales vagabundos. Pero dos de sus discípulos que le habían acompañado desde España, recogieron el cadáver y en secreto lo llevaron al puerto de Jaffa, donde se embarcaron con él rumbo a las costas gallegas. Al cabo de un largo viaje, arribaron por la ría hasta la antigua ciudad romana de Iria Flavio, hoy llamada Padrón, donde no se quedaron, guiados por su deseo de encontrar más al interior de la región un lugar seguro y poco frecuentado para dar sepultura a Santiago.



Se cuenta que en aquellas tierras, había una mujer muy rica, que vivía en una casona fortificada entre Padrón y el lugar, donde tiempo más tarde se levantaría Compostela. Esta señora autorizó a dar sepultura al Apóstol en un lugar solitario de los bosques de su propiedad, donde los discípulos lo enterraron en un sarcófago de mármol, sobre el que edificaron una pequeña capilla. Cuando ellos murieron, también les enterraron allí sus seguidores.



Tras las persecuciones romanas, llegaron las invasiones de los suevos y después las musulmanas, transcurriendo siglos de un azaroso vivir, donde el sepulcro quedó abandonado e invadido por la maleza que tapó las ruinas de la capilla. Así, en el siglo VIII, en tiempos del rey Alfonso II de Asturias, un ermitaño que vivía en esos bosques, descubrió el sepulcro, interviniendo el Obispo y hasta el rey, que manda edificar allí una iglesia de piedras trabadas con barro y anejo a ella, un monasterio con doce monjes y su Abad.



A esta tradición, aunque se relate desprovista de las leyendas y elementos de fábula que la adornaron durante varios siglos, puede objetársele que no existe prueba documental que garantice la identidad de las reliquias descubiertas en Compostela como pertenecientes al Apóstol Santiago, porque después de todo, tampoco puede probarse que su cuerpo fuera llevado por sus discípulos hasta Compostela, si bien ese largo silencio hasta la época de Alfonso II el Casto, solo puede disculparse por los azarosos tiempos de invasiones y violencias a que se hallaron sujetos aquellas regiones, donde pudo desaparecer cualquier referencia fidedigna.



(continuará)

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