EVANGELIO DÍA 26 DE JUNIO



Un centurión romano se le acercó para hacerle un ruego. Le dijo: “Señor, mi asistente está en casa paralítico, sufriendo terribles dolores”. Jesús le respondió: “Iré a sanarlo”. “Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa. Basta que des la orden y mi asistente quedará sanado. Porque yo mismo, estoy bajo órdenes superiores y a la vez tengo soldados bajo mi mando”. Al oír esto, Jesús se quedó admirado y dijo: “Os aseguro que no he encontrado a nadie en Israel con tanta fe como este hombre. Y os digo que muchos vendrán de Oriente y Occidente y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los Cielos; en cambio, los que deberían estar en el Reino serán arrojados fuera. Allí llorarán y les rechinarán los dientes”. Luego Jesús dijo al centurión: “Vete y que se haga como has creído”. En ese momento, el criado quedó sanado. Jesús fue a casa de Pedro , donde encontró a la suegra de éste en cama, con fiebre. Le tocó la mano y la fiebre desapareció. Luego se levantó y se puso a atenderlos. Al anochecer, llevaron a Jesús muchas personas endemoniadas. Con una sola palabra expulsó a los espíritus malos y curó a todos los enfermos. Esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Profeta Isaías: “Él tomó nuestras debilidades y cargó con nuestras enfermedades”.

(Mateo 8, 5-7)



MEDITACIÓN



La compasión es lo que hace humano a este mundo dividido. Hoy vemos cómo el centurión romano tiene compasión de su siervo y Jesús tiene compasión de los romanos, interesándose por los mismos opresores de Su pueblo. ¿De quién yo me he compadecido hoy?.



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