PERCIBIR A DIOS (II)




Autor: Monseñor F.A.

Se nos recuerda incesantemente, que es en nuestro propio Templo donde tenemos que realizar la Ley y los Sacrificios; que el Templo debe estar siempre en el Orden conveniente y estar preparado en todo momento; que no nos acerquemos a las ceremonias santas sin nuestra preparación y todas nuestras Lámparas encendidas; que nosotros somos el Templo; que tenemos que realizar nuestra resurrección, rescatando nuestro pensamiento, nuestra palabra y nuestra obra, de donde estén esclavizadas.



Así, el Fuego inflama mi corazón y quema mis riñones; el Óleo realiza mi consagración exterior e interior; el Señor entra en mí, igual que paseaba en otro tiempo por el jardín del Paraíso … y es cuando puedo oír a mi Dios, ver a mi Dios, comprender a mi Dios, y sentir a mi Dios.



Se nos dijo:



“AMAOS LOS UNOS A LOS OTROS COMO YO OS HE AMADO”.



Sabéis muy bien donde voy y conocéis el Camino:



“YO SOY el Camino, la Verdad y la Vida.



Os dejo la Paz, que vuestro corazón no se preocupe ni se asuste; os dejo una Paz que es una Paz viva, una Paz de fuego que cada día es más clara y que termina con el esplendor de la Luz. Amad al Espíritu que nace en vosotros.



Dejad que se forme la Fuente viva e inagotable que reúne todas las fuentes, y que activa todas las propiedades de vuestro ser.



Que vuestro Altar esté siempre levantado y preparado para recibir, y no toméis nunca una decisión sin venir antes a presentarla al Templo.



Tened el Ojo abierto y dad testimonio. No os separéis nunca del Espíritu de la Verdad y seréis llamados Hijos de Dios.



Sin convicción, no hay fuerza ni bravura; sin fuerza ni bravura no puede haber bondad ni en vuestro corazón ni en vuestras obras.



Os lo digo, para que la Alegría esté en vosotros y pueda llamaros mis amigos.



Recordando todo esto, puede que nos sea más sencillo inmolar al Barrabás que haya en nosotros, entregar a nuestro ser ilusorio para que pueda liberarse el Ser inocente; que podamos abrir un camino en nosotros mismos y llegar hasta nuestro Calvario y dejarnos crucificar entre los ladrones que haya en nosotros; que no nos dejemos engañar en las tentaciones de bajar de nuestra cruz y no cumplir con la Obra.



Se nos dijo:



“HARÉIS OBRAS MAYORES QUE LAS MÍAS”.



Si nos concedieron el poder sacerdotal, no perdamos ni un instante en ejercer nuestro ministerio; pongamos en todo momento nuestras Fuerzas a la realización de la Gran Obra, dejemos que nuestra sangre espiritual fluya en todo nuestro ser, entreguémonos a nuestra muerte y resurrección contínuas.



Miremos si hemos dejado a medias la consumación de nuestra crucifixión, miremos si ha desaparecido nuestra atadura a la materia, miremos si se ha rasgado el Velo del Templo y vemos la Luz verdadera, veamos si la Sangre del Espíritu ha quebrado nuestras piedras y ha derribado en nosotros el Templo de Baal y ha dejado un camino libre en nosotros, que nos permita Escuchar a nuestro Dios, Ver a nuestro Dios, Comprender a nuestro Dios, y Sentir a nuestro Dios.

Non Nobis

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