CONCILIOS Y SÍNODOS DE LA IGLESIA ROMANA (II)



La cristianización del Imperio romano, introdujo un elemento importante, aunque a veces, deformador de las deliberaciones y ejecución de las decisiones, por parte de los emperadores primero y por los reyes de distintos países más tarde. De hecho, los primeros ocho Concilios ecuménicos, fueron convocados y presididos por los emperadores o sus delegados. Decidían los obispos, pero nada tenía valor sin el beneplácito imperial. No se trataba sin más de una imposición, sino de un derecho reconocido positivamente por la jerarquía eclesiástica.

Siglos después, tanto en Galia como en Hispania, serán los reyes quienes presidan los Concilios merovíngios o los de Toledo, y éstos tratan igual los temas eclesiales como los políticos- Todo esto, coincide el paso de un Estado pagano al confesionalmente cristiano. A través de las deliberaciones de estas asambleas, seremos capaces de seguir la evolución de la doctrina y costumbres cristianas, de sus preocupaciones y expectativas y de los cambios en función de los tiempos. De hecho, el Credo que aún hoy rezamos, es el fruto de las decisiones de los cuatro primeros Concilios.

Sabemos que los Papas en Occidente, han tenido siempre una parte decisiva en la marcha de los Concilios, pero no siempre fue así y los grandes convocados en Oriente, se celebraron sin su presencia y a veces, incluso sin sus legados. Su importancia y jurisdicción, se han ido manifestando en los Concilios romanos, a medida que éstos asumían, examinaban y juzgaban las situaciones problemáticas de las diversas iglesias. Poco a poco, los cristianos europeos, aprendieron a preguntar, trasladar sus dudas y pedir soluciones a los obispos romanos y éstos convocaban Concilios para examinar y decidir sobre estas cuestiones.

Por el contrario, a veces los Papas tomaban la iniciativa y decidían incluso contra el parecer de los obispos locales, por lo que iban deambulando por Europa, convocando reuniones bajo su presidencia. La emergencia del papado y su encaje con la función episcopal, resulta muy expresiva a lo largo de los Concilios medievales y son una página importante en la historia de la Iglesia.

En muchas ocasiones, los Concilios y Sínodos, trataban de analizar y fomentar algo siempre complicado: La reforma interior de la Iglesia, y somos conscientes, de que ella siempre está con necesidad de ser reformada, tal como afirmaban los teólogos medievales.

Los Concilios han sido con frecuencia los portavoces de esta necesidad, aunque la constante repetición de esta queja y las medidas aprobadas, señalan la debilidad de la naturaleza humana y las limitaciones de las decisiones conciliares. Encontramos también, las nefastas intromisiones políticas y la diversa capacidad de liderazgo de sus presidentes.

En nuestros días, resulta imposible comprender la riqueza y originalidad del catolicismo latinoamericano, sin conocer el desarrollo de las asambleas de Medellín o Puebla; ni el despertar de la personalidad en pueblos africanos, sin adentrarnos en la preparación y conflictos del Sínodo romano de África. Es verdad, que la fuerte centralización y verticalidad romana, parece convertirse en una apisonadota uniformadota, pero la personalidad de los pueblos y las necesidades de las diversas iglesias, encuentran modo de manifestarse y conformarse a su manera y ritmo.

(continuará)

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