EVANGELIO DÍA 4 DE AGOSTO



Jesús pasó de allí a la región de Tiro y Sidón. Una mujer cananea que vivía en aquella tierra se le acercó dando voces: “¡Señor, Hijo de David, ten compasión de mi!. ¡Mi hija tiene un demonio!”. Jesús no contestó ni una palabra. Entonces los discípulos se acercaron Él y le rogaron: “Dile a esa mujer que se marche, porque viene dando voces detrás de nosotros”. Jesús les dijo: “Dios me ha enviado únicamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel”. Pero la mujer fue a arrodillarse delante de él y le pidió: “¡Señor, ayúdame!”. Él le contestó: “No está bien quitarle el pan a los hijos y dárselo a los perros”. “Si Señor, dijo ella, pero hasta los perros comen las migajas que caen de la mesa de sus amos”. Entonces le dijo Jesús: “¡Mujer, que grande es tu fe!. ¡Hágase cómo quieres!”. Desde aquel mismo momento, su hija quedó sanada.



(Mateo 15, 21-28)







MEDITACIÓN







A veces, lo que creo que debo hacer con mi vida no es lo que Dios espera de mi. El único camino para saber lo que debo hacer en la vida es mirar las necesidades de la gente que me rodea, y entonces, como Jesús, dar una respuesta.



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