QUÉ ES.... EL PADRE NUESTRO (VII)



Santificado sea Tu Nombre





En el contexto bíblico, el nombre tiene una importancia capital porque expresa la realidad íntima de la persona. Se es lo que el nombre indica o dice. Cuando a una persona se le otorga una misión especial, se le cambia de nombre.


Esta petición, no es tanto alabanza cultural, cuanto un ruego para que Dios manifieste Su Poder salvífico en la vida del individuo y de la comunidad. Que persona y pueblo sean una realidad clara, transparente, que manifiesta la presencia liberadora de Dios.

Lo que pedimos es lo contrario de la profanación del nombre de Dios. Se entendería bien a la luz de Ezequiel 36, 21-23. Habéis profanado Mi santo Nombre. No permitiré que vuelva a ser profanado. En honor a Mi Nombre, para que no fuese vilipendiado a los ojos de las gentes. “Santíficado sea Tu Nombre vale tanto como glorificado sea Tu Nombre (San Juan Crisóstomo)”. Para que santifiquemos Su nombre, Dios nos rociará con agua pura, nos dará un corazón nuevo e infundirá en nosotros un espíritu nuevo.

Jesús nos ha revelado el nombre nuevo de Dios: ABBÁ. Santificar Su Nombre, significaría que todos le reconozcan como Padre. Que le acepten como Padre, que se acerquen a Él como tal, que lo proclamen así.

Lo santificamos no sólo con palabras, sino con el esplendor de la vida. Sin contradicción entre nuestros labios y nuestras vida. Que por nuestra causa no sea blasfemado entre los gentiles el nombre de Dios (Romanos 2, 24), sino que viendo nuestras buenas obras le glorifiquen (Mateo 5, 16). Nada glorifica tanto el nombre del Padre, como las obras de sus hijos. Es la forma de no tomar Su santo Nombre en vano. (Éxodo 20 , 7).

(continuará)

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