QUE ES...: EL PADRE NUESTRO (VIII)



Reflexiones sobre: Santificado sea Tu Nombre







Santificar a Dios, es alabarle, reconocer y celebrar Su Obra, y también glorificarle. Es confiar exclusivamente en Su Omnipotencia protectora, y serle fiel observando sus Mandamientos, las cláusulas de la Alianza.



Significa que Él devenga más intensamente, Padre de sus hijos, acrecentando en ellos el ya otorgado don de su filiación Divina, o también, de quienes le suplican y le llaman ¡Padre Nuestro!. Así es santificado el Nombre del Padre invocado en los hijos que le invocan.



Tú, Padre, eres un Dios que da Su Nombre al que está desprovisto de Él: A los pequeños, a los que no son aparentemente nadie, a los que no cuentan, a los abandonados en el naufragio de la vida, a los irremediablemente descalificados por la sociedad, a los que están manchados a los ojos de la gente con la culpa imperdonable de no haber tenido éxito, de no haberse hecho un nombre. Porque hay gente que es aplastada porque no tiene “un nombre”. A todos esos individuos olvidados, Tú, Padre, les regalas Tu Nombre. Se lo das a los ancianos que rumian su soledad a pesar de tener familia, porque sus bolsillos están vacíos y son meramente un estorbo. Grabas Tu Nombre en la piel del marginado, del inmigrante sin papeles, del que intenta venderte alguna pequeña cosa en un semáforo en vez de robarte, para ganarse honradamente el pan de cada día. En las personas con minusvalías, que necesitan de la solidaridad de otros para lo más necesario, y son dados de lado, cuando no, hacer burla de su discapacidad. ¿A qué nivel de crueldad, Señor, estamos llegando?.



¿Aprenderemos alguna vez, Padre Nuestro, que Tu Nombre puede emplearse, no para profanar, sino para respetar; no para saquear, sino para dar; no para envilecer, sino para levantar a los débiles?. Santificar Su Nombre, es tener presente cómo se habla de Él. Nuestra vida tiene mucho que ver con la forma en que se habla de Dios, hoy.



Santifica a Dios, quien se pone al lado de los pobres, solidarizándose con los preferidos en el Evangelio. Blasfeman el nombre de Dios, los que menosprecian al pobre, le oprimen, le arrastran a los tribunales y condenan por sustraer en un supermercado dos latas de sardinas para dar de comer a sus hijos, incluso buscando en los contenedores de los grandes almacenes para coger algo de lo que tiran de alimentos a punto de caducar, y éstos han puestos guardias de seguridad para que no cojan nada, prefiriendo tirarlos antes de permitir que les sirva para calmar sus estómagos vacíos. Cuando los poderosos, ávidos de dinero, dejan en éstos tiempos sin techo a tantos, por no poder hacer frente a sus demandas de pago de hipotecas; sin repartir la abundancia de los alimentos y lo imprescindible para vivir, poniendo a hombres y mujeres que han sido honrados en el marco de la marginalidad y la delincuencia para sobrevivir. Cuando por no desequilibrar la “balanza de pagos”, hacen tirar al mar toneladas de alimentos que alimentarían miles de bocas. Los que mandan al Tercer Mundo alimentos o medicamentos caducados, cuando todos hacemos un gasto innecesario en farmacia, que se quedan en un estante meses y meses sin utilizar.



Reflexionemos, hermanos y hermanas nuestros. ¿Estamos seguros de que en nuestra vida hacemos lo posible por santificar el nombre de Dios?.

(continuará)


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