CONCILIOS Y SÍNODOS DE LA IGLESIA ROMANA (VII)


Expansión del cristianismo a principios del siglo IV


Hacia el 175 surgieron nuevos problemas, que exigían precisar algunas reglas y expresar de un manera más clara algunas afirmaciones de la Regla de la Fe y sus consecuencias. Se debatió principalmente, de decidir en que fecha se debía celebrar la Pascua, quienes no habían sido fieles durante las persecuciones y los asuntos relacionados con el novacianismo, el bautismo de los herejes y las teorías sobre la Santa Trinidad y Cristológicas que exponían algunos teólogos conocidos. Sobre todas estas cosas, existían dudas y divergencias entre los obispos, que podían tener consecuencias preocupantes.

Así, las primeras reuniones conciliares, se celebraron en Asia Menor, donde las diócesis eran ya abundantes y los obispos se reunían con cierta frecuencia. Hacia el 190, el número de diócesis había aumentado considerablemente, cuando Víctor, obispo de Roma, escribió a los obispos de la Iglesia, invitándoles a reunirse y estudiar en qué fecha había de celebrarse la Pascua, ya que esta cuestión tenía dividida a Roma y al Occidente de Asia Menor, que estaba bajo las directrices de la diócesis de Éfeso.

En esta ocasión, una buena parte del mundo cristiano se reunió al mismo tiempo en diversos lugares, y trataron de llegar a un acuerdo sobre un tema tan crucial e importante. Hacia el 250, tras la inesperada y cruel persecución de Decio, muchos cristianos fueron infieles a su fe y ofrecieron sacrificios a los dioses paganos, por lo que hubo de decidor sobre el problema de los llamados “lapsos”, ya que los creyentes no sabían como tratarlos. ¿Había que expulsarlos de la Iglesia según lo tradicional o se debía de adoptar una actitud más misericordiosa y darles la absolución con rigurosas condiciones?.

Los obispos eran muy conscientes de que era necesario conseguir la paz, en una Iglesia lacerada y se reunieron en varias regiones para tratar de dar con una solución que fuese aceptada por todos. Se realizó un intenso trabajo, e intercambio de puntos de vista, por lo que se celebraron tres Concilios en Cartago, Antioquia y Roma, intercambiándose cartas con las decisiones tomadas.

Al poco tiempo, la controversia bautismal fue el corolario de la cuestión novaciana. ¿Podía ser considerado válido el bautismo celebrado por los herejes novacianos?. La tradición africana conducía a rechazar su validez, mientras que en Roma impuso la tradición contraria. Cipriano de Cartago reunió un numeroso Concilio confirmándose la tradición africana y Esteban de Roma, impuso su tesis sin reunir un Concilio. Al final del siglo III, nos encontramos con dos sedes que tendrán una importante decisión en los Concilios de los siglos que vendrían a continuación: Roma y Antioquia. En la amplia zona de influencia de la segunda, se celebrarán grandes Concilios ecuménicos, con una numerosísima presencia de obispos orientales, que tratarán temas fundamentales para el cristianismo y que inquietarán de gran manera a los orientales: La cuestión dogmática Trinitaria y Cristológica. Aquí se inician las grandes herejías y también las tesis teológicas más creativas: Occidente aceptará con más serenidad el desarrollo de esta teología sin que haya herejías destacadas, aunque hubo algunos Concilios importantes, como los del año 260 y el 312 sobre el donatismo, donde los obispos asistentes fueron sólo de su provincia eclesiástica.

Estos primeros concilios, contienen tres características que conviene tener en cuenta en adelante:
1. El número de obispos que participan. Antes del Concilio de Nicea, un Concilio era más importante según el número de Obispos que participaban.

2. La característica tiene que ver con el grado de unanimidad episcopal en las decisiones que se toman. Cuanto más importante era el tema, más trascendencia tenía la unanimidad, con la adhesión posterior de los obispos.

3. Los obispos dan a los Concilios una gran autoridad y las decisiones tomadas, tenían carácter definitivo.

Históricamente, los Concilios particulares podían ser plenarios nacionales o provinciales. Los primeros se ocupaban de temas doctrinales, litúrgicos o temporales, que afectaban a los intereses superiores de una Iglesia o una comunidad política determinada. Los provinciales, reunían en principio a los obispos de una provincia civil romana y más tarde a una provincia eclesiástica. Se solían tratar temas disciplinarios, judiciales y administrativos de la provincia. El Concilio de Letrán, celebrado en 1.212, les asignó como objetivo principal, la aplicación del derecho general tanto pontificio como de los Concilios y Sixto V, señaló la necesidad de que sus decretos fueran aprobados por la Santa Sede.

(continuará)

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