LAS TENTACIONES (VI)



Así como la lucha de Jesús contra el mal fue sin cuartel, debe tenerse presente que Él mismo, como hombre, fue expuesto a los acosos y embestidas del enemigo. En los Evangelios sinópticos, este enfrentamiento se circunscribe casi exclusivamente entre Jesús y Satanás, revelándose así la misión específica de liberación integral de Jesús, propia de Su presencia encarnada en el mundo, porque vino a “desatanizar” la historia.

Estos acosos del tentador, si bien abarcan la totalidad de Su vida, se incrementan especialmente al comenzar Su vida pública y en los momentos culminantes de Se Pasión. Así Lucas, al relatar el Prendimiento de Jesús en el huerto de los Olivos que da comienzo a Su Pasión dice: “La hora del poder de las tinieblas”, en alusión a la intervención diabólica. También Juan, en la última Cena, subraya la escena en la despedida a Judas cuando dice: “Cuando Judas recibió aquel trozo de pan mojado, Satanás entró en él”. En Su discurso de despedida, Jesús advierte que se acerca el Príncipe de este mundo y que, aunque no podrá con Él, sin embargo actúa con toda su intensidad en los momentos decisivos.

Relato de las tentaciones de Jesús

Es interesante observar, que en los relatos de los tres Evangelios sinópticos, se subraye con fuerza que es el Espíritu quien empuja a Jesús al desierto, lo que manifiesta desde el comienzo, que la vida, frente a Dios, debe decidirse en conciencia y libertad. Una situación límite que nadie puede realizar sino uno mismo. Así Jesús es puesto ante sí mismo, para optar por un camino de fidelidad a Su misión y a la voluntad de Su Padre. Voces de vida y muerte que se solapan, donde debe distinguirse para asumir una respuesta adecuada. Es el Espíritu el que le lleva y le ayuda al discernimiento de caminos y al afrontamiento de la vida y a Su entrega como realización.

Marcos relata de forma muy escueta las tentaciones de Jesús: “El Espíritu lo empujó al desierto. Allí permaneció cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivía entre animales salvajes y los ángeles le servían”. Más aún en esta síntesis, se afirman elementos que concuerdan con otros relatos de Mateos y Lucas más desarrollados. Aquí Marcos, presenta en el escenario un lugar inhóspito con extraños habitantes, fieras y ángeles, donde Jesús aparece en armoniosa convivencia con ambos.

En este cuadro idílico, parece reflejarse, algo de ese mundo armonioso de los opuestos, que se interpreta como una cualidad de los tiempos mesiánicos, de hombre y fiera en pacífica convivencia, ambiente que se verá turbado por la irrupción del Diablo, que intentará desestabilizar este mundo nuevo que traía Jesús de Nazaret.

Es precisamente la experiencia que Jesús ha tenido de Dios, lo que le pone en tentación, es decir, en discernir sobre qué es lo que ha de hacer en consecuencia, y aunque es puesto en tentación por Satanás, no por Dios, es el Espíritu, sin embargo, el que lo “ha empujado” a esa prueba. Como hombre, aún no puede determinar qué práctica es la más conveniente para colaborar en el proyecto de Dios, más que pasando por la tentación.

Los relatos de Mateo y Lucas, describen la escena de las tentaciones y la muestran como una representación personalizada en un duelo dramático y singular: Jesús y Satanás, solos, uno frente al otro, y el Diablo tal como es, sin máscaras. Ahí se ve la lucha íntima de Jesús, Su fuerza interior, rechazando y venciendo.

El enfrentamiento de Jesús y el Diablo en el desierto, repite el esquema básico del mito del combate, que según San Pablo, debe proseguir en cada creyente: “Revestíos de la armadura de Dios, a fin de que seáis capaces de resistir las astucias del Diablo”. Queda claro, pues, que Jesús fue tentado y no solo en el comienzo de Su vida pública, sino constantemente, en los días de Su misión evangelizadora.



Así lo sugiere, paradigmáticamente, el número tres, que indica una realidad abarcante de totalidad, completa, realizada y definitiva. El tres siempre va unido a la vida de Jesús: Trisagio como alabanza perfecta, al tercer día de Su muerte se produce la Resurrección. Es decir, el tres es igual a siempre, en la vida de Jesús.



También en la carta a los hebreos corrobora, sin equívocos posibles, la humanidad de Jesús, semejante a los demás hombres y por ello capaz de entender nuestras debilidades, pues ha experimentado nuestras mismas tentaciones, excepto el pecado.

(continuará)

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