PEREGRINACIONES. EL CAMINO INICIÁTICO DE SANTIAGO (VII)



El Compañerismo

De las fraternidades de constructores, apenas se sabe nada actualmente. Su papel fue primordial pero no nos han dejado su nombre casi nunca, porque consideraban que lo importante era la obra, no el hombre que la ejecutaba. Estos hombres extraordinarios, siempre estarán presentes entre nosotros, desde cualquier capitel o canecillo, pero siempre en un segundo plano. Depositarios de un saber tradicional al que tanto Cluny como el Cister buscaron distintas formas de expresión, los constructores recuperan todo el simbolismo medio-oriental, vivificando con él los siglos XI, XII y XIII.

Los Compañeros románicos aparecen en el siglo XI y continúan trabajando en el XII e incluso a comienzos del XIII. Los Compañeros góticos,  comienzan a  mediados del siglo XII y continúan hasta el principio del XIV, más no son herederos unos de otros, ya que sus técnicas y fundamentos son muy diferentes.
                                     
Después de los siglos mencionados desaparecen, aunque algunos autores dicen haber encontrado sus marcas al principio del XV, pero en realidad, para entonces ya no aparecen sus huellas sobre las piedras. Arrastrados por la caída de la Orden del Temple, se cree que se deshicieron en grupos aún operativos, dejando algunas obras aisladas, y su espíritu, intentó ser recuperado por la masonería, pero ya en un plano especulativo.

La razón de ser  de un Compañero es su trabajo con la materia. Ora et labora, decía San Benito. Para las órdenes de Cluny y el Cister, el trabajo es tan importante como la oración. Son caminos de Conocimiento, pero el trabajo, ha de ser sobre la materia: Tierra, madera y piedra. De este contacto con la materia “viva”, es donde el hombre extrae sus enseñanzas ya que por ella asume la Naturaleza. La materia le transmite su esencia cósmica y la pone al ritmo del Universo. Por la materia, el hombre puede palpar el mundo y casi rozar la Divinidad.

                                                
El hombre transforma a la materia y ésta al hombre. SI la unión es total y creativa, ambos serán transmutados y para ello, es necesario que no existan intermediarios. Se admiten máquinas e instrumentos hechos por el hombre, pero rompe el flujo las maquinas fabricadas por otras máquinas, ya que el trabajo, entonces, es una actividad estéril. Para poner en pie el románico y el gótico, tanto en Cluny como en el Cister, forman equipos de constructores a los que se les inicia progresivamente en los secretos de su ciencia, una vez imbuido el aprendiz o neófito del poder sacralizador del trabajo. Así es como alcanzará el grado de Compañero, quedando reservado el de Maestro para los mínimos detentadotes de la totalidad del saber.

Los Compañeros dejan señales sobre las piedras de las iglesias y Catedrales, que son signos o letras profundamente talladas que vemos (aunque muchas de ellas están ocultas por la posición que corresponde a la piedra) en piedras románicas y góticas, repitiéndose en muchas de ellas, algunas nos recuerdas los petroglifos encontrados en la costa de Galicia, de ahí se deduce, que los Compañeros medievales sean los herederos lejanos de los que trazaron el  Camino de Santiago, el camino de las Estrellas.                                      

Mucho se ha estudiado y especulado sobre estas señales, llegando hasta la tonta deducción de que éstas tenían las marcas para saber cuanto debía cobrar el tallador.  De ser cierta esta teoría,  pues hubo unos muy trabajadores y otros excesivamente vagos, además, ¿qué objeto puede tener marcar de forma tan profunda y signos de difícil ejecución, como son las jotas de Portomarin y el cuadrado y el círculo superpuestos de San Isidoro, para sólo el valor vulgar que les quieren dar?.

Las  marcas de los Compañeros no son gratuitas, sino que tienen una gran justificación y probablemente nos estén transmitiendo unas claves que aún no conocemos. Pero lo que es indudable, es que cuando menos desempeñan el papel de marcar indeleblemente una posesión, es decir, la que hace el constructor en la materia cuando ha poseído ésta y ha llegado hasta lo más profundo de ella y la ha transformado vivificando la piedra.

Debieron existir distintas fraternidades de constructores, tanto románicos como góticos y se conoce el nombre de algunas de ellas como son: Los Hijos del Padre Soubise; Los Hijos del Maestro Jacques y los Hijos de Salomón.
                                                 

La primera fraternidad fue creada por Cluny y se dedicaron a construir abadías y monasterios, dejando escasas marcas. Los segundos, cuyo legendario origen sería el Maestro que construyó la columna Jacquin del templo de Salomón, serían los sucesores directos de los constructores pirenáicos y con el Crismón como “marca de fábrica”. Los terceros, serían los constructores del alto gótico, formados por el Cister y más que probablemente protegidos por la Orden del Temple, y que tuvieron que pasar a la clandestinidad cuando la Orden fue aparentemente disuelta en el siglo XIV, tomando entonces el nombre de Compañeros extranjeros del Deber de Salomón. Todavía en activo, ya que ellos reconstruyeron algunas Catedrales francesas dañadas en la II Guerra Mundial, desde el siglo XIX se les conoce como Compañeros de los Deberes de la Vuelta a Francia.

El Compañero se conoce, se inicia en el secreto de la construcción y el simbolismo que le llevará a una segunda vida, fundamentalmente trabajando la piedra. Pero este trabajo ha de ir acompañado de una peregrinación que les haga ir conociendo lo que otros hermanos han hecho.
                                      
El Camino de Santiago, toma su justificación plena de esta manera. Si para alguien el Camino es una ruta de Iniciación, así lo fue para los Compañeros constructores y encontraron en cada capitel y en cada canecillo, el mensaje dejado por Compañeros anteriores y seguro que ellos fueron los primeros destinatarios del sus mensajes. Así se explican los miles de detalles a quien no sea del mismo oficio; las abundantes señales convenidas en pequeñísimas tallas, sólo visibles desde andamiajes cercanos y hasta chistes privados, reflejo de la alegría y satisfacción por el trabajo bien hecho.

Gracias a las técnicas que hoy disponemos, cómo prismáticos y teleobjetivos, entre otras, el hombre actual puede acercarse al mundo de los Compañeros constructores e introducirse en él, captando detalles que hasta ahora sólo estuvieron reservados a los mismos Compañeros.

(continuará)

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