La Alquimia
Se ha especulado mucho, sobre si los alquimistas medievales recorrieron el Camino de Santiago buscando los secretos de la Gran Obra, pero en realidad, todo ello no ha sido confirmado. Pero desde luego, si podemos afirmar que en la Ruta la Alquimia está totalmente presente, ya que hay multitud de referencias a ella, como los matraces en el Monasterio de Leyre, en Burgos, en San Isidoro, la Catedral de León en uno de sus rosetones del lado sur, en San Juan de la Peña, Estella, Portomarín, Compostela, Noya y muchos más. Sin lugar a dudas, estos lugares del Camino reúnen unas condiciones alquímicas magníficas.
Los filósofos herméticos, hablan de la concha, el bastón, el viajero, la Vía Láctea, de la rosa, el peregrino, el camino terrestre y la vía húmeda. En definitiva, el Camino y la Alquimia se interrelacionan, tomándose prestados símbolos de una y otra que se funden en una misma cosa. El alquimista actúa sobre la materia transmutándola y esta a su vez, transforma al alquimista en Adepto. El peregrino actúa sobre el Camino vivificándolo y enriqueciéndolo con su flujo al recorrerlo y el Camino Inicia al peregrino que alcanza Compostela, haciéndolo nacer a la Vida verdadera.
El uso hecho por los alquimistas de la terminología jacobea, es un indicio más del papel iniciador del Camino. Para los discípulos de Hermes, está claro que Alquimia y Camino, son dos modos de llegar al Conocimiento y alcanzar el punto absoluto en que todo se comprende. El perdón de la penitencia y la consecución del oro, sólo son tests para comprobar que no se ha equivocado la senda y el final está mucho más lejos, en uno mismo.
En consecuencia, el camino ayudó y ayuda al alquimista a representar su Gran Obra y nos ayudarán a nosotros las operaciones herméticas en nuestro caminar, y como decía Fulcanelli: “El Camino de Santiago, es la ruta estrellada, accesible a los elegidos, a los mortales valerosos, sabios perseverantes” y “ Ruta larga y peligrosa, por la cual el potencial se actualiza y lo oculto se manifiesta”.
(continuará)
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