EVANGELIO DÍA 1 DE FEBRERO



Llegó entonces uno de los jefes  de la Sinagoga llamado Jairo, que al ver a Jesús, se echó a sus pies suplicándole: “Mi hija se está muriendo, ven a poner tus manos sobre ella para que sane y viva”. Había una mujer que desde hacía doce años estaba enferma con hemorragias. Había sufrido mucho a manos de muchos médicos. Esta mujer, al saber lo que se decía de Jesús, se le acercó y le tocó la capa. Al momento se detuvo su hemorragia y sintió en el cuerpo que ya estaba sanada. Jesús, al darse cuenta de que había salido de Él poder para sanar, se volvió y pregunto: “¿Quién me ha tocado?”. Entonces la  mujer, temblando de miedo fue y se arrodilló delante de Él y le contó la verdad. Jesús le dijo: “Hija, por tu fe has sido sanada. Vete tranquila y libre ya de tu enfermedad”. Jesús se dirigió a casa del jefe de la Sinagoga. Allí, al ver el alboroto y la gente que lloraba dijo: “¿Por qué lloráis de esta manera?, la niña no está muerta, sino dormida”. La gente se burlaba, pero Él, tomando al padre a la madre y a los que le acompañaban, entró donde estaba. La tomó de la mano y le dijo: “Talita cum, que significa: Muchacha, a ti te digo, ¡levántate!”. Al momento la muchacha se levantó y  echó a andar.                

MEDITACIÓN

La fe no es sólo una forma de ver, pensar o sentir. La mujer hemorroisa nos enseña que la fe que salva es una manera de tocar a Jesús y esta forma de tocarle, arranca de Él todas las gracias. Jairo también nos enseña que la fe es una manera de esperar la intervención de Dios contra toda esperanza. Cuando todo parece perdido, Jesús le dice: No tengas miedo, cree solamente”. Sea lo que sea lo que estés viviendo, toca a Jesús con tu plegaria, tu corazón y espera en Dios aunque todo parezca perdido y muerto.

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