LA HUMILDAD (VII)



II. 5. Puritanismo.

Los puritanos, van donde practicar libremente su religión y una vez que lo encuentran, prohíben a los demás practicar libremente la suya. Para los puritanos, una sonrisa es un pecado  y el gozo más inocente es como dejar la puerta abierta a la condenación. Loa puritanos, estólidos en la fe, soberbios en la virtud, crueles en la religiosidad. Pidamos a Dios que nos haga buenos, pero que si nos hace buenos no nos haga un bueno-malo.

II. 6.  Adulación.

Nuestra ansia de ser queridos es tanta, que muchos prefieren ser amados a amar y preferimos que nos mientan sobre nuestra valía, antes que recibir una crítica que pueda parecernos desafecto, aunque merecida. De ahí la hábil manipulación de los aduladores, auténticos chantajistas de sus prójimos, a los que llena de palabras gratas para obtener beneficios.



                                          

La adulación es algo rastrero, ya que juega con lo más vulnerable del ser humano. El método más eficaz de hacerse amigos fieles, es felicitarles por sus fracasos. Ahora bien, quien sabe adular, sabe calumniar, así que no temas a los enemigos que te atacan, teme a los que te adulan. Todo adulador, vive a expensas de quien le escucha, más por lo general, se alaba para ser alabado. La adulación se utiliza como el dinero, para que nos devuelvan los intereses.

El adulador, cree que consigue engañarnos, que nos domina y saborea su triunfo sin que podamos desengañarle, y con frecuencia se trata de un futuro enemigo que se vengará por haberse rebajado ante nosotros. Como no puede perdonar a quien ha alabado, vive impaciente por romper con ellos y así acabar con la cadena más delicada que existe: La admiración.

¿Queréis saber lo que piensan los demás de vosotros?. Pues no escuchéis lo que dicen, examinad lo que hacen. Su conducta es  la única prueba de la sinceridad de su corazón, porque lo que verdaderamente alaba son los hechos. Quien se complace en ser adulado, es digno del adulador. Cómo es más difícil mantener la admiración que despertarla, hacemos lo que sea para lograrlo, aunque sea a través de peticiones indirectas. La adulación es una moneda falsa que solo tiene curso por nuestra vanidad y empobrece a quien la recibe.

II. 7. Maledicencia.

La mitad de los hombres se recrean hablando mal de los demás y la otra mitad creyendo en las maledicencias. “Se dice” y “tal vez”, son los conserjes de la maledicencia. No hay nada que pueda empeorar una mala lengua, y la maledicencia  mata a tres personas a la vez: El que maldice, aquel del que se maldice y al que se halla presente cuando se maldice.

Hay quienes necesitan hablar mal de los demás. ¿Por qué estamos más dispuestos a censurar los errores que a loar los aciertos?. Nuestra crítica consiste en reprochar a los demás el no tener las cualidades que nosotros creemos tener, pero si somos dados a juzgar a los demás, es porque temblamos por nosotros mismos. Si se observa  con cuidado quienes son las gentes que no están contentas con nadie, verás que son las mismas de las que nadie está contento. Más podemos conocer a una persona por lo que ella dice de los demás, que por lo que los demás comentan de ella, pues los juicios  que hacemos sobre los demás, hablan de nosotros  mismos.
                                                          

Quien de otro mal habla, a sí mismo se condena. Sólo tiene derecho a censurar quien tiene corazón para ayudar. ¿Estás dispuesto para una autocrítica sincera?. Vivimos con nuestros defectos como con nuestros olores corporales: No los percibimos, no molestan sino a quienes están con nosotros. Así pues,    consulta el ojo de tu enemigo pues es el primero que ve tus defectos y dale las gracias porque te ayuda a corregirte.

(continuará)

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