En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: “No todos los que me dicen ¡Señor, Señor!, entrarán en el Reino de los Cielos, sino sólo los que hacen la voluntad de Mi Padre celestial. Aquél día, muchos me dirán: Señor, Señor, nosotros hablamos en Tu nombre y en Tu nombre expulsamos demonios y en Tu nombre, hicimos muchos milagros. Pero Yo les contestaré: Nunca os conocí, ¡apartaos de Mi, malhechores!. Todo el que oye mis palabras y hace caso a lo que digo, es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. Vino la lluvia, crecieron los ríos y soplaron los vientos, pero la casa no cayó, porque tenía sus cimientos sobre la roca. Pero todo el que oye mis palabras y no hace caso a lo que digo, es como un tonto que construyó su casa sobre la arena. Vino la lluvia, crecieron los ríos y soplaron los vientos, y la casa se derrumbó. ¡Fue un completo desastre!”.
(Mateo 7, 21-27)
MEDITACIÓN
Querer hacer la voluntad de Dios en todo momento, es fruto de una sana y alegre dependencia del Padre, de quien todos somos hijos. La gran trampa, es creer que Dios te roba la libertad, cuando sólo quiere que elijas el bien.