EVANGELIO DÍA 23.




Pasado el sábado, al amanecer el primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. De pronto hubo un fuerte temblor de tierra, porque un ángel del Señor bajó del cielo y acercándose al sepulcro, quitó la piedra que lo cerraba y se sentó sobre ella. El ángel brillaba como un relámpago y su ropa era blanca como la nieve. Al verlo, los soldados temblaron de miedo y se quedaron como muertos. El ángel dijo a las mujeres: “No os asustéis. Sé que estáis buscando a Jesús, el crucificado, pero no está aquí, ha resucitado como dijo. Venid a ver el lugar donde lo pusieron. Id aprisa y decid a sus discípulos: Ha resucitado y va a ir a Galilea antes que vosotros. Allí le veréis. Esto es lo que yo tenía que deciros”. Las mujeres se alejaron a toda prisa del sepulcro, asustadas, pero a la vez con mucha alegría, y corrieron a llevar la noticia a los discípulos. En esto, Jesús se presentó ante ellas y las saludó. Ellas, acercándose a Jesús, le abrazaron los pies y le adoraron. Él les dijo: “No tengáis miedo. Id a decidles a mis hermanos que se dirijan a Galilea y que allí me verán”.
(Mateo 28, 1-10)

MEDITACIÓN

Lo grita la tierra en sus rocas, lo exclama el cielo en sus ángeles, lo niegan los soldados, lo oyen atónitas las primeras mujeres cuando lo buscan muerto. ¡No, este no es Su lugar!. Él ha salido a recorrer de nuevo el mundo con la fuerza del Espíritu que lo envía, con el amor del Padre que lo ama, con el recuerdo de todos los rostros humanos que jamás podrá olvidar, con la esperanza de que Tú, por el precio de Tu sangre, los recibas como Salvador.

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