LA PASIÓN DEL SEÑOR. DE JERUSALÉN A SEVILLA

Quinta Palabra: Tengo sed

Después de esto, para que se cumpliera la Escritura dijo: “Tengo sed”. Jesús, había perdido mucha sangre y estaba muy deshidratado por la falta de líquidos. En la crueldad que acompañó a todas las fases de la ejecución, en la voluntad de verle morir rápidamente, no hay lugar para gestos piadosos, como darle algunos sorbos de agua. Tal situación, provoca una disminución de la masa circulante de sangre y por tanto, iba cayendo en un shock hipovolémico, con un creciente agotamiento del corazón.

La Quinta Palabra, revela a la humanidad sedienta que grita con Cristo, a una sola voz por sus labios resecos: Tengo sed, tenemos sed de agua, de justicia, de paz, de libertad, de reconciliación, de caridad. Jesús, viendo que todo estaba acabado, para cumplir la Escritura, manifestó que tenía sed, como decía de Él el Salmo: “Y para calmar Mi sed, me dieron vinagre”. Después de haber bebido el cáliz de amargura en el Huerto de los Olivos, aceptando la voluntad de Dios, Jesús aún tenía sed, pues así era de sorprendente y maravillosa Su sed de sufrir por todos los hombres. Su sed de amor le sumergió en un mar de dolores hasta morir .

Mientras, los soldados que esperaban la muerte de los ajusticiados, calmaban su sed a la hora del mediodía, bebiendo la mezcla que hemos mencionado, llamada “posca”. Un soldado con su lanza o una caña, clavó en su extremo una esponja, la metió en la vasija de “posca” y la ofreció a Jesús. Mas Jesús, lo que más tenía era sed de almas, de redención, de justicia.... . Señor en tu Sed, como la samaritana, te pedimos que por los méritos de Tu Pasión, nos des tu “agua viva”, para que no sintamos más sed y te adoremos en Espíritu y en Verdad, pues esos son los adoradores que el Padre busca, y que como la samaritana, demos testimonio de Jesús, el Mesías, el Salvador del mundo, sediento de paz y amor entre los hombres.



 Tuve sed y me dísteis de beber”, dirá el Rey a los que están a Su derecha. Y le responderán los justos: Señor, ¿cuándo te vimos sediento y te dimos de beber?. Y Él les dirá: En verdad os digo, que cuantas veces hicisteis eso a uno de mis hermanos menores, a Mi me lo hicisteis. Ciertamente desde la Cruz, el hambre y la sed de nuestros hermanos adquieren pleno sentido en Dios, porque aún abandonado de los hombres, el Salvador se hizo hombre como ellos, de tal modo que son bienaventurados porque aunque “tienen hambre y sed de justicia”, serán hartos. Dios Padre ve en la sed y el abandono de Su Hijo crucificado, el hambre y la sed de tantos millones de seres humanos, hermanos nuestros, que no pueden subvenir a sus necesidades más elementales. Por tanto, la sed de Cristo es una sed real, física, que no excluye la sed de justicia, de paz y de amor, en suma, la esperanza de la construcción aquí en la Tierra del Reino de Dios.

Jesucristo, es la promesa del Agua Viva, pues si alguno tiene sed, venga a Jesús y beba. El que cree en el Señor, ríos de Agua Viva correrán en su seno. Después de dieciséis horas de Pasión, Jesucristo no se ha quejado de sus dolores y Su sed. Sed de agua, si, pero también de libertad, de reconciliación, de armonía, de caridad... . Cristo en verdad, nos representa a todos, sufre y padece injustamente por todos nosotros. La sed de Cristo, no es más que el deseo de nuestra salud, nuestra fe y nuestro remedio, es como si Jesús dijera: Más me duelen vuestros males que los míos, y más siento vuestras culpas que los tormentos de Mi Cruz.

(continurá)

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