LA PASIÓN DEL SEÑOR. DE JERUSALÉN A SEVILLA.

Noli me tangere. (No me toques)

No había nacido aún el Sol del día que para nosotros es el domingo, cuando las mujeres se encaminaron al huerto. Ellas iban tristes pensando quién las ayudaría a apartar la piedra del sepulcro. A María de Magdala y María de Santiago, se unieron Juana, la de Cusa y Salomé, cansadas y debilitadas por el dolor. Conforme la luz del día aumentaba, vieron la piedra al lado apoyada en las peñas. María de Magdala, pensó que los judíos habían robado el cuerpo de Cristo, y de momento, no se atrevían a entrar, pero cuando la luz fue aumentando y alumbró la entrada, se animaron y entraron. Vieron a un joven sentado a la derecha, con una túnica blanca y quedaron sobrecogidas de espanto. Él les dijo: “No os asustéis. Buscáis a Jesús Nazareno, el crucificado, y ha resucitado, no está aquí. Mirad el sitio en que le pusieron. Pero id a decir a sus discípulos y a Pedro que os precederá a Galilea y allí le veréis,  como os ha dicho”. Saliendo, huían del sepulcro, porque el temor y el estupor se había apoderado de ellas y a nadie dijeron nada, tal era el miedo que tenían.

María Magdalena, que había sido la última en abandonar la Cruz y el sepulcro, y la primera que lo había visitado vacío, no pudo separarse de aquel lugar y permanecía fuera llorando. Se inclinó hacia el sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco sentados en la piedra donde había estado el cuerpo de Jesús. Le preguntaron: “¿Por qué lloras, mujer?. Ella les dijo: “Porque han tomado a mi Señor y no sé dónde le han puesto. Diciendo esto, se volvió para atrás y vio a Jesús, pero no lo reconoció. Le dijo Jesús: “Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?”. Ella, creyendo que era el hortelano le dijo: “Señor, si te lo has llevado tú, dime dónde le has puesto  y yo le tomaré”. Díjole Jesús: “María”. Y ella volviéndose dijo: ¡Rabboní!. Jesús le dijo: “No me toques, porque aún no he subido a Mi Padre pero ve a mis hermanos y diles: Subo a Mi Padre y vuestro Padre, a Mi Dios y vuestro Dios”.

Jesús resucitado, no estaba en absoluto, sometido a las leyes físicas, por eso María no le reconoce, hasta que Jesús quiso darse a conocer con aquella palabra: María. Ella se arroja a los pies de Jesús y comienza  besar sus pies descalzos. Jesús le dice: “Deja ya de tocarme, pues no me hallo en el mismo ser, no he de tratar con vosotros de la misma forma que antes”. Desde este momento, María Magdalena fue consagrada cómo Apóstol de los Apóstoles, la mensajera de Jesús resucitado, con Su cuerpo renovado y glorioso, no sujeto ya a la muerte y con el cual subió al cielo en presencia de sus amigos.
                                                    
Por tanto, nuestra fe en la Resurrección, no debe implicar la idea de recobrar nuevamente un cuerpo material, puesto que la Resurrección de Jesús fue única. Así, los cuerpos que salieron de los sepulcros, eran simplemente cadáveres, prestados como vestiduras a las almas que los habían habitado, para volver a dejarlos luego nuevamente en la tierra, hasta que resuciten, como todos nosotros, el día del Juicio Final. Ninguno de ellos resucitó  como Lázaro, que por la gloria de Dios, volvió verdaderamente a la vida y murió luego una segunda vez. María Magdalena, la mujer convencida de la Mesianidad de Jesús, la mujer que supo dejarlo todo para irse tras su Maestro y Señor, que tenía incluso poder sobre la muerte; María, la mujer fuel y piadosa que demostró conmiseración y valentía, lloraba ante el sepulcro diciendo: “¡Señor Jesús!, mis lágrimas mantendrán siempre verde la hierba de tu tumba”.

María Magdalena fue a anunciar a los discípulos: “He visto al Señor!” y las cosas que le había dicho, de que fueran a Galilea y allí verían a Jesús resucitado. A diferencia de los discípulos , a quienes Jesús reprendió su incredulidad y dureza de corazón, por cuanto no habían creído a los que le habían visto resucitado de entre los muertos. María Magdalena, a la que erróneamente se le ha llamado después “la pecadora arrepentida”, anunció el Evangelio de Jesús a los discípulos.


(continuará)

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