¿DONDE ESTÁ EL GRIAL? (VI)



Las SS tras el Grial

En el primer tercio del siglo XX, el Partido Nacionalsocialista de Alemania, liderado por Adolf Hitler, se planteó el objetivo de revivir el Imperio alemán, como genuino legatario de la cultura germánica y  la gloriosa raza aria. El jerarca recibió gran parte de su inspiración de su vocación mística, vinculada al ocultismo y de sus extensos estudios acerca del Grial y de la Lanza del Destino. La obtención de ambos símbolos serían primordiales para consumar sus anhelos de poder.

Entre sus seguidores más fanáticos, existió una secreta hermandad que creó un Departamento de Ocultismo dependiente de la SS. El futuro Führer fue escalando posiciones, apoyado por siniestros personajes como Dietrich Eckart (que inició el consumo de drogas como el peyote) y Karl Haushofer. El primero era un escritor muy influyente en el aspecto político del partido. Se decía que era poseedor de una piedra meteorítica negra, que utilizaba como talismán y que al parecer, quería que el propio Hitler heredara, para que no olvidara sus enseñanzas sobre ocultismo. Este último sin embargo, prefirió delegar tales actividades en Alfred Rosenberg, Rudolph Hess y Heinrich Himmler.

Himmler era quien más se identificaba con la leyenda del Grial y fue quién influyó sobre Hitler para que iniciara la búsqueda de los antiguos símbolos de la leyenda, toda vez que él era el legítimo heredero del Sacro Imperio Romano Germánico y del Primer Imperio Alemán. Con tal intención, fueron saqueadas las antiguas coronas y hasta la Reilige Lance, (la Lanza del Destino), que fueron trasladadas a Nuremberg.
  
Solamente restaba hallar el Grial y fue el propio Himmler el que se vinculó al ya conocido Otto Rahn, quien en 1.936 ya había escrito su libro Cruzada contra el Grial. Rahn le envió a Himmler el cargamento de piezas arqueológicas halladas en los alrededores de Montségur y algunos estudiosos afirmaban, que entre éstas se hallaba el Grial (como copa o piedra), pero no hay ninguna prueba que lo confirme.

El mismo Otto Rahn escribe en 1.937 en La Corte de Lucifer que, pese a sus esfuerzos, no había podido hallar el ansiado tesoro: “Reconozco públicamente, que me hubiera gustado encontrarlo”. La muerte de Otto Rahn en 1.939, anunciada por el periódico oficial nazi , aún hoy genera dudas. Muchos aseguran que el científico siguió viviendo con otra identidad, trabajando para el Servicio de Inteligencia alemán.

                                                                                   
(continuará)

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