LA SOLEDAD (IV)

                                     


  

                                    3.            Un tercer círculo más amplio e indefinido, abarca a la gente del pueblo, las multitudes en general. Éstas aparecen como ambiguas en su comprensión y superficiales en su adhesión a Jesús. Se movían por sus necesidades y limitaciones, que eran muchas y aunque lo buscaban y se admirasen, no tenían respuestas más hondas y compromisos más fuertes, primando más una búsqueda interesada que personalizada. Pocas preguntas y muchas demandas.
La multitud era a veces tan asfixiante que no siquiera dejaba tiempo para comer y Jesús a veces se sentía abrumado, a tal punto de pedir a sus discípulos alejarse en la barca hacia orillas más distantes y tranquilas.
Juan en su Evangelio, señala señala dos respuestas de Jesús a la multitud. Una tras la multiplicación de panes y peces y Él los desenmascara diciendo: “Os aseguro que no me buscáis por los signos que habéis visto, sino porque comisteis pan hasta saciaros”.
Pero lo más triste va a suceder cuando Jesús haga el anuncio de otro pan: El pan de Vida. Su carne y Su sangre como verdadera comida. Entre la gente y sus propios discípulos se produjo una gran incomprensión y las deserciones, cuando decían: “Esta doctrina es inadmisible. ¿Quién puede aceptarla?”. Y desde entonces muchos se retiraron y ya no iban con Él.
La superficialidad de las multitudes, viene personificada en unas ciudades concretas, por su mayor incomprensión y cerrazón, ya que Jesús había hecho en ellas muchos milagros. Por eso Jesús habla de ellas de manera desgarrada hacia Corozaín, Betsaida y Cafarnaún. Pero la negación de  Jerusalén es el dolor más agudo. En la última semana se Su vida mortal, tras las aclaraciones a la multitud, cuando Jesús se va acercando, al ver la ciudad de Jerusalén, lloró por ella, nos dice Lucas.
Las reacciones últimas de las multitudes ofrecen dos escenas contradictorias y patéticas: El Domingo de Ramos es aclamado por las gentes, echan los mantos al suelo a Su paso, agitan ramas y palmas ante Él y dan ¡hosannas! al Hijo de David. Esos mismos, el Viernes Santo, preferirán a Barrabás y gritaran ¡crucifícale!.
La volubilidad de las multitudes pone al descubierto, la inconstancia en el corazón del hombre frente a las manifestaciones de Dios. La Soledad de Cristo siempre fue en medio de la multitud.
¿Somos nosotros también en medio de los que nos rodean, seguidores pacientes en la Soledad de Jesús?. ¿Nos venimos abajo abandonando nuestros proyectos de servirle?. ¿Nos importa más el qué dirán de los nuestros y de los que nos conocen que nuestro seguimiento incondicional a los pies del Maestro?.
¿Nos preocupa más que comeremos y beberemos y vestiremos que la difusión de Su Palabra?. ¿Nos importa y preocupa más perder el cuerpo que perder nuestra alma?.

Aquí acaba esta aportación en este Pasaje de Pascua, hermanos y hermanas nuestros. Esperamos vuestras respuestas a los interrogantes finales, no a nosotros, sino a vuestro corazón y vuestra mente. Todo está en vuestras manos, pero no olvidéis que con Cristo ¡juntos, podemos!.

Non Nobis.

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