EVANGELIO DÍA 22 DE JULIO



El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro muy temprano, cuando todavía estaba oscuro, y vio quitada la piedra que tapaba la entrada. María se quedó fuera junto al sepulcro, llorando. Y llorando como estaba, se agachó a mirar dentro y vio dos ángeles vestidos de blanco , sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. Los ángeles le preguntaron: “Mujer, ¿por qué lloras?”. Ella les dijo: “Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde le han puesto”. Apenas dicho esto, volvió la cara y vio allí a Jesús, aunque no sabía que fuera Él. Jesús le preguntó: “Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?”. Ella, pensando que era el que cuidaba el huerto le dijo: “Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde le has puesto para que yo vaya a buscarlo”. Jesús entonces le dijo: “¡María!”. Ella se volvió y le respondió en hebreo: “¡Rabuní! (que quiere decir Maestro)”. Jesús le dijo: “Suéltame, porque todavía no he ido a reunirme con Mi Padre y vuestro Padre, Mi Dios y vuestro Dios”. Entonces fue María Magdalena y contó a los discípulos que había visto al Señor y también lo que Él le había dicho.
(Juan 20, 11-18)

MEDITACIÓN

Cuando esperamos de Dios una respuesta o tenemos una expectativa sobre las personas o acontecimientos humanos y no resultan cómo pensábamos, puede que notemos en el corazón esa sensación de que todo está perdido. Jesús conoce este corazón y lo consuela, devolviéndole una mirada nueva, una visión diferente, una comprensión más allá de lo existente y la certeza de que Él supera la muerte.

© Todos los derechos reservados. Orden del Temple, 2.011