EVANGELIO DÍA 7 DE AGOSTO



Después de esto, Jesús hizo subir a sus discípulos a la barca, para que llegasen antes que Él a la otra orilla del lago, mientras Él despedía a la gente. Cuando ya la hubo despedido, subió Jesús al monte para orar a solas, y al llegar la noche aún seguía allí Él solo. Entre tanto, la barca se había alejado mucho de tierra firme y era azotada por las olas porque tenía el viento en contra. De madrugada, Jesús fue hacia ellos andando sobre el agua. Los discípulos, al verle andar sobre el agua, se asustaron y gritaron llenos de miedo: “¡Es un fantasma!”. Pero Jesús les habló diciéndoles: “¡Ánimo, doy Yo, no tengáis miedo!”. Pedro le respondió: “Señor, si eres tú, mándame ir a ti andando sobre el agua”. Jesús dijo: “Ven”. Bajó Pedro de la barca y comenzó a andar en dirección a Jesús, pero al notar la fuerza del viento, tuvo miedo y comenzó a hundirse. Gritó: “¡Sálvame, Señor!”. Al momento, Jesús le tomó de la mano y le dijo: “¡Que poca fe!, ¿por qué has dudado?”. En cuanto subieron a la barca se pusieron de rodillas delante de Jesús y dijeron: “Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios”.
(Mateo 14, 22-33)

MEDITACIÓN

Si tienes un amigo entrañable, habrás descubierto que una de las alegrías más grandes que puedes ofrecerle, es demostrarle que sabes que te quiere, que confías en su cariño, en su fidelidad en los buenos y malos momentos. Algo así le reclama Jesús a Pedro, porque al considerar el peligro, nacen los miedos, las dudas.. ¿Seré protegido, bendecido, arropado...?. Regálale hoy a Jesús un acto de fe grande y firme en medio de tu tempestad.

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