EVANGELIO DÍA 8 DE AGOSTO



Mientras andaban juntos por la región de Galilea, Jesús les dijo: “El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres y lo matarán, pero al tercer día resucitará”. Este noticia los llenó de tristeza. Cuando Jesús y sus discípulos llegaron a Cafarnaún, los que cobraban el impuesto para el templo, fueron a ver a Pedro y le preguntaron: “¿Tu Maestro no paga el impuesto para el templo?”. “Si lo paga”, contestó Pedro. Luego, al entrar Pedro en casa, Jesús se dirigió a Él en primer lugar diciendo: “¿Qué te parece Simón?. ¿A quienes cobran impuestos y contribuciones los reyes de este mundo, a sus propios súbditos o a los extranjeros?”. Pedro le contestó: “A los extranjeros”. “Por lo tanto, añadió Jesús, los propios súbditos no tienen que pagar nada. Pero para que nadie se ofenda, ve al lago y echa el anzuelo. En la boca del primer pez que pesques, encontrarás una moneda que será suficiente para pagar mi impuesto y el tuyo. Llévatela y págalos”.
(Mateo 17, 22-27)

MEDITACIÓN

Un impuesto, es una obligación cívica que Jesús no rehuye. Él se une a Pedro y le manifiesta su sometimiento a la realidad de la sociedad. Detrás de esta obediencia, hay en Jesús una sumisión mayor, la de haberse hecho hermano de Pedro y todos nosotros, en experimentar el dolor y la muerte. Nada de lo que nos ocurre, es extraño para Jesús. No encontrarás a otro Dios semejante.

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