LA FORTALEZA (IV)



A veces confundimos acción y espíritu de superación con activismo, que se deriva de la obstinación o terquedad, actitud por la cual el obstinado se atiene a su propia cabezonería, sin tener en cuantos que la terquedad es un mal gravísimo, porque hace desechar consejos ajenos de prudencia y justicia. De la terquedad debemos precavernos, ya que tiene su raíz en el orgullo, planta que se desarrolla fácil.

 No se trata de hacer por hacer, porque no tenemos en nuestras manos las soluciones a todos los problemas del mundo, pero ante los problemas del mundo, tenemos nuestras propias manos. Sin embargo, la terquedad no acarrea tantos males como la inconstancia, que nos hace incapaces de llevar a cabo las tareas arduas y merma nuestras facultades dejándolas ociosas. Para precaverse contra la inconstancia, conviene formarse de convicciones fijas y tener un sistema de conducta. Es cierto que a veces las circunstancias nos obligan a modificar los planes concebidos, pero eso no impide que podamos formarlos y no autoriza a dejarse llevar por el curso de las cosas. ¿Para qué se  nos ha dado la razón, sino  para valernos de ella y emplearla como guía para nuestras acciones?.

Las naturalezas débiles, se lanzan rápidamente a los peligros, pero cuando están en ellos, se retiran; las fuertes, se acomodan, resisten y combaten. Pensemos que hay derrotas más dignas que una victoria y que cada fracaso, enseña al hombre algo que necesitaba aprender. Una retirada no es una derrota, pero si lo son los lamentos. En la adversidad, sale a la luz la virtud, por eso es afortunado aquél a quien nada en la vida le ha sido fácil, pues quien no ha afrontado la adversidad, no se conoce a sí mismo. Sólo tomamos consciencia de lo que somos, en las situaciones límite, ante las cuales de nada sirve el lamento, sino la lucha por mejorar.

Sin buscar el sufrimiento por el sufrimiento, no hay nada que fortalezca tanto contra el frío, como acostumbrarse a vivir en la intemperie; guardar silencio cuando se siente la comezón de hablar, no quejarse de la inclemencia del tiempo, de la calidad de la comida que alguien ha hecho para ti, de la pobreza del vestido; mostrarse cariñoso con las personas antipáticas, recibir con humildad y paciencia las burlas, reprensiones, etc. que caigan sobre nosotros sin culpa alguna. Cada paso será una meta, sin dejar de ser sólo un paso.

Quien se cansa, tiene derecho a cansarse, pero no a ser considerado de vanguardia. Verdad es, que el entusiasmo logra en un día lo que la razón no consigue en mucho tiempo y que hay personas que luchan un día y son buenas, otras que luchan un año y son mejores, pero los que luchan toda la vida, ¡esos son los imprescindibles!. Pues claro que podemos, ¡cómo todo el mundo!. Se trata de aprender a poder, pues el modesto “estar” abre el camino al permanente “ser”, en lo que se convierte con el curso del tiempo. Quien está ahí mucho tiempo, termina siendo.

(continuará)

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