EVANGELIO DÍA 14 DE NOVIEMBRE



Se encontraba Jesús ya cerca de Jericó. Un ciego que estaba sentado junto al camino pidiendo limosna, al oír que pasaba mucha gente preguntó que sucedía. Le dijeron que Jesús de Nazaret pasaba por allí y él gritó: “¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mi!”. Los que iban delante le reprendían para que se callase, pero él gritaba todavía más: “¡Hijo de David, ten compasión de mi!”. Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando le tuvo cerca le preguntó: “¿Qué quieres que haga por ti?”. El ciego contestó: “Señor, quiero recobrar la vista”. Jesús le dijo: “¡Recóbrala!, por tu fe has sido sanado”. En aquel mismo momento, recobró el ciego la vista y siguió a Jesús alabando a Dios. Y toda la gente que vio esto alababa también a Dios.
(Lucas 18, 35-43)

MEDITACIÓN

Sin ser ciego, me he sentido un mendigo dependiente de la caridad de otros, tal vez exigiendo una ayuda que no me correspondía. Pero Tú, Señor, escuchaste mi grito y devolviste la luz a mis ojos, a mi corazón y a mi camino. Mi corazón volvió a alabarte y recuperé mi dignidad, por lo cual ya no me siento mendigo, sino hermano, alguien que comparte y ofrece sin exigir.

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