ASÍS, SU ARTE E HISTORIA (II)

Testimonios silenciosos

Asís y San Francisco, son la misma cosa, y no existe ningún otro lugar que como Asís, esté tan impregnado del espíritu y la espiritualidad del Santo. Son innumerables los sitios que nos hablan de él: La pequeña iglesia de San Damián, la ermita del Retiro, la Catedral de San Rufino, la Basílica de Santa Clara y el palacio Episcopal.

En las capillas de las Reliquias, situada  en la Basílica inferior dedicada al Santo, se conservan algunos “testimonios silenciosos” que nos hablan de él en forma intensa. Son documentos históricos, relacionados con su vida y a la vez, expresión elocuente de su santidad y entre ellos, destacan la Regla, el Sayal y el autógrafo de la bendición a Fray León.





                          Puerta e interior de la Basílica inferior



La Regla

El 29 de Noviembre de 1.223, con la Bula Solet annuere, el Papa Honorio III, concedió a Francisco, tres años antes de su muerte, la aprobación de la Orden por escrito. Es la Regla, compuesta por San Francisco, con la colaboración del Cardenal Ugolino (futuro Papa Gregorio IX), escrita sobre pergamino con escritura cursiva, con el sello pontificio. El texto está formado por doce Capítulos, y comienza con estas palabras: “La vida y la Regla de los frailes menores es ésta, es decir, observar el Santo Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo, viviendo en la obediencia, despojados de todo y en castidad”.



El autógrafo de la bendición a Fray León

Lo escribió San Francisco sobre el monte de la Verna para Fray León, su confesor-secretario y enfermero, en el mes de Septiembre de 1.224, después de haber recibido los estigmas. En uno de sus lados, está la bendición tomada del Libro de los Números de la Biblia, y en el otro la plegarias de las Loas al Dios Altísimo. El pergamino está ajado y manchado, porque Fray León lo llevó consigo durante 47 años, desde 1.224 hasta 1.271, cuando a las puertas de la muerte lo depositó en el Sacro Convento.

El Sayal

Es el testigo más elocuente que nos habla del estilo de vida abrazado por Francisco. Es un burdo paño de lana de oveja, tosco tejido de hilos blancos y negros tirando a gris, al cual fueron poniéndose remiendos, y así lo llevó hasta el final, como se conserva y se puede ver en la Basílica.


(continuará)

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