ASÍS, SU ARTE E HISTORIA (III)



Sacro Convento

Cuando se llega a Asís, la primera visión del complejo basilical, se abre a la plaza inferior, rodeada de pórticos construidos alrededor del año 1.467. Una entrada que invita a concentrarse en el encuentro con San Francisco. El aspecto actual del pequeño atrio data de 1.487 y lleva una inscripción que recuerda el año y nombre del general Francesco Sansone, por voluntad del cual se erigió la construcción. El portal, en cambio, es del siglo XIV y refleja con sus formas típicas el Gótico maduro, el esquema del portal de la Basílica superior. En la parte alta, se puede observar un rosetón.

En torno a la “Iglesia-mausoleo” que alberga y honra los restos del Santo, se encuentran las viviendas de los frailes. Como los franciscanos no podían poseer bienes, el Papa Gregorio IX, en nombre de la Santa Sede, asumió el patrocinio y propiedad tanto de la iglesia como del convento. Por este motivo, el primitivo convento, edificado paralelamente a la iglesia, cuya función era albergar a la comunidad de religiosos a los cuales se había confiado la Basílica, llevaba el título oficial de Palacio Papal y varios pontífices se hospedaron en él.

El primer núcleo del convento, es mencionado ya en el 1.230, año en que se lleva a cabo en Asís un Capitulo General de la Orden. En 1.235, está casi terminada en el lado Norte, la zona de residencia del Papa. Gregorio IX se hospedará allí por primera vez y las primeras habitaciones del convento, conservan aún hoy su sencillez y humildad. En estilo románico, con las mismas piedras de la Basílica, refulge intcto el amor a la pobreza.

Desde 1.363 se lo llama el Sacro Convento, es decir, no un convento cualquiera, sino el convento de los conventos, el convento de la iglesia que los Sumos Pontífices definieran “cabeza y madre” de toda la orden franciscana. Dos siglos se requirieron para completar la estructura actual, con obras que consolidaron y remozaron la construcción, que alcanzó su definitiva disposición en las postrimerías del siglo XV.

En el siglo XIV y por deseos del Cardenal E. Albornoz, se llevó a cabo la primera ampliación en el sector que da a la llanura, obra ejecutada por Niccoló de Bettona. En el siglo XV, el Papa Sixto IV hizo reforzar todo el frente del lado de la llanura con una estructura de sostén, en la que se abrieron 54 arcadas, de las cuales la mitad para soportar la plaza inferior de la Basílica y las otras 27 para soportar el peso del convento.



El imponente complejo, por el fuerte declive del lugar, semeja una pequeña fortaleza, como si estuviese allí para defender el templo y los despojos del Santo. Es la cuna del espíritu franciscano. Los Frailes Menores conventuales que en él residen, se sienten obligados a observar con la mayor fidelidad posible, el ideal evangélico que San Francisco pedía a sus hermanos, y se proponen dar un concreto testimonio de fraternidad, cultivando una intensa vida de plegaria. Algunos locales internos, tienen esa precisa función de recogimiento y de plegaria. Entre todos ellos, destaca el pórtico del siglo XIV, de estilo románico, con una espléndida serie de arcos góticos, desde los que se puede admirar el encantador panorama de todo el valle umbrío.

(continurá)

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