HAGAMOS TODAS LAS COSAS SIN MURMURAR (IV)



Cuidado con el efecto corrosivo de la murmuración

La mayor parte de los ejemplos bíblicos que  se han analizado, demuestran que la murmuración le causó mucho daño al antiguo pueblo de Dios. Por eso debemos pensar detenidamente en el efecto corrosivo que puede tener en nuestro tiempo. Sabemos que muchos metales tienen tendencia a corroerse y si no se detiene el proceso cuando aparecen las primeras señales de herrumbe, acaban siendo inservibles, como ocurre con algunos coches, que se venden como chatarra no porque tengan fallos mecánicos sino porque el metal se ha corroído tanto que el vehículo ya no es seguro. ¿Cómo podemos aplicar este ejemplo a la murmuración?.

Al igual que los metales, los humanos somos propensos a la queja, por lo que debemos estar alerta al aparecer las primeras señales, y así como una atmósfera húmeda y cargada de sal acelerala corrosión, del mismo modo, la adversidad nos hace más proclives a murmurar. La tensión puede resultar en que hagamos una montaña de un grano de arena y a medida que empeoren los males del mundo, es posible que tengamos más razones de sentirnos descontentos y en consecuencia, podamos empezar a murmurar de nuestros hermanos, y lo que es mucho más grave, que empecemos a hacerlo de Dios.

Sea cual sea la razón por la que nos sintamos descontentos, si no ponemos freno a la tendencia de quejarnos, puede que desarrollemos un espíritu de insatisfacción y nos volvamos unos murmuradores. Si, la corrosión espiritual que produce la murmuración puede corrompernos por completo. Por lo tanto, cuando detectemos en nosotros una tendencia a quejarnos por las cosas que nos ocurren, procuremos controlarlo orando de corazón y adoptando sin demora las medidas necesarias para corregirlo. ¿Cuáles son estas medidas?.

(continuará)

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