HAGAMOS TODAS LAS COSAS SIN MURMURAR



En la carta que Pablo escribió a la congregación de Filipos, el apóstol alabó a aquellos cristianos del siglo primero por su generosidad y celo, y les expresó su alegría por las buenas obras que estaban llevando a cabo. Aún así, les recordó que siguieran haciendo todas las cosas libres de murmuraciones (Filipenses, 2, 14). ¿Por qué dio este consejo Pablo?.

Pablo sabía a dónde puede llevar la murmuración. Unos años antes, le había recordado a la congregación de Corinto, los peligros que ello entrañaba. Señaló que los israelitas había encolerizado a Jehová repetidas veces cuando estuvieron en el desierto. ¿De qué maneras?, deseando cosas perjudiciales, entregándose a la idolatría y la fornicación, poniendo a prueba a Jehová y murmurando. Pablo entonces, exhortó a los coríntios a aprender de estos ejemplos diciendo: Ni seamos murmuradores, así como algunos de ellos murmuraron, de modo que perecieron por el destructor. (Coríntios 10, 6-11).

Nosotros, hoy,  como siervos de Dios, manifestamos un espíritu parecido al de la congregación de Filipos, somos celosos de obras excelentes y nos amamos unos a otros. (Juan 13, 34-35). Sin embargo, en vista del daño que causó la murmuración en el antiguo pueblo de Dios, hay razones para que tomemos a pecho el consejo de hacer todas las cosas sin murmuraciones. Examines algunos ejemplos de murmuración narrados en las Escrituras y después veremos como podemos protegernos de esta amenaza.

Una malvada asamblea murmura contra Jehová


El término hebreo que significa “murmurar, refunfuñar, quejarse o gruñir”, se usa en la Biblia en conexión con los hechos que tuvieron lugar durante el tiempo en los que el pueblo de Israel vagó por el desierto. En ocasiones, los israelitas, se sintieron descontentos con su situación y lo exteriorizaron murmurando. Por ejemplo, a las pocas semanas de haber sido liberados de la esclavitud egipcia, toda la asamblea de los hijos de Israel, empezó a murmurar contra Moisés y Aarón. Se quejaron de la comida diciendo: ¡Si siquiera hubiéramos muerto por las manos de Jehová en la tierra de Egipto, mientras nos sentábamos junto a las ollas llenas de carne, mientras comíamos pan hasta quedar satisfechos, porque ustedes nos han sacado a este desierto, para hacer que toda esta congregación muera de hambre!. (Éxodo 16, 1-3)

Lo cierto es que Jehová cubrió las necesidades de los israelitas en el desierto, pues amorosamente les proporcionó comida y agua. El hambre nunca puso en peligro su supervivencia. Pero el descontento les llevó a exagerar la situación y a murmurar. Aunque sus quejas iban dirigidas contra Moisés y Aarón, Jehová consideró que era contra Él con quienes estaban descontentos. “Jehová ha oído sus murmuraciones contra Él, les dijo Moisés, ¿y qué somos nosotros?. Sus murmuraciones no son contra nosotros, sino contra Jehová”. (Éxodo 16, 4-8)

(continuará)

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