LA LANZA GRIÁLICA DEL CRISTIANISMO





Era el día antes de la Pascua, y los judíos no querían que los cuerpos quedaran en las cruces en el día del descanso, pues ese día del descanso era un día muy solemne. Por eso le pidieron a Pilato que mandara quebrar las piernas de los que estaban crucificados y que quitaran sus cuerpos de allí. Entonces los soldados fueron y quebraron las piernas del primero y también del otro que estaba crucificado con Jesús. Pero al acercarse a Jesús vieron que ya estaba muerto y por eso ya no le quebraron las piernas. Sin embargo, uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al momento salió sangre y agua. El que cuanta esto es uno que lo vio y dice la verdad, para que ustedes también crean. Porque estas cosas sucedieron para que se cumpliera la Escritura que dice: No le quebrarán ningún hueso. Y hay otra parte de la Escritura que dice: Verán al que le hirieron”. (Juan 19, 31-37).

El nombre del soldado romano era Gayo Casio y como representante oficial de Poncio Pilato, estuvo presente en la crucifixión de Jesús. No era ya un hombre de acción, pues no era joven, y las cataratas que evolucionaban en sus ojos no le hacían apto para las contiendas bélicas. Su ocupación era entonces, informar sobre la situación política y religiosa de Jerusalén y embarcado en esta misión, había seguido de cerca las actividades del Jesús el Nazareno.

Los judíos Anás y Caifás, que eran consejeros del Sanedrín y Sumo Sacerdote respectivamente, querían matar a Jesús el día anterior al Sabbath, ya que la Ley judía establecía que ningún hombre debía ser ejecutado en aquella fecha sagrada. El día 22 de Abril del año 33, un grupo de hombres pertenecientes al Templo de Jerusalén, se dirigió al monte Gólgota, donde Jesucristo y dos ladrones se hallaban crucificados e iban con la anuencia de Poncio Pilato, por lo que se presentaron ante los romanos que custodiaban las cruces y comenzaron su macabra tarea. Solamente Gayo Casio, observó como la guardia del Templo, hacían una verdadera carnicería con los dos ladrones: Sus huesos fueron rotos, aplastados sus cráneos y mutilados sus cuerpos. Solamente faltaba proceder del mismo modo con el “falso Mesías”.

El soldado romano, impresionado por la dignidad y valentía de Jesús en la cruz, no permitió que se acercaran a Él, y con firmeza se puso delante de la cruz.



Entonces con su lanza, perforó el costado izquierdo del crucificado, entre la cuarta y quinta costillas, brotando de la herida sangre y agua. Aquí acontece un milagro: Las cataratas del compasivo soldado fueron curadas de inmediato.


Esta versión de los hechos, hace de Gayo Casio un hombre misericordioso y fue llamado “Longino”, el hombre de la lanza. Sin embargo, en Evangelio de Juan no parece indicar que su actitud obedeciera a un impulso compasivo, antes bien, que el soldado parecía verificar la muerte del crucificado. De hecho, la forma de clavar la lanza entre las costillas, era la que se utilizaba en el campo de batalla cuando querían asegurarse de que un enemigo había muerto, porque la sangre no fluye de un cadáver.

La aparición de Jesucristo crucificado ante sus apóstoles con la herida cicatrizada, hizo de la lanza una especie de prueba viva de la Resurrección. Longino, según se dijo más tarde, tuvo en sus manos el destino de la humanidad y su lanza, se convirtió en uno de los símbolos más representativos del cristianismo y también de los grupos de poder, ya que, según la leyenda, aquél que la poseyera dominaría todo el mundo, para bien o para mal.

Se ha llegado a formular, que Gayo Casio, no usó su propia lanza para herir el cuerpo de Jesús, sino que tomó la que portaba el capitán del grupo del Templo, la que a su vez, era la famosa lanza de Herodes Antipas, rey de los judíos, que confería una autoridad superior al que la llevaba.

Según la historia, dicha arma fue mandada forjar por el profeta Fineas, como un símbolo de los elegidos de Dios y luego la usaron muchos personajes importantes de la sociedad judía. El propio Josué, la alzó cuando derribó las murallas de Jericó y Saúl atacó con ella al rey David. Más tarde, se hizo famosa en las manos de Herodes el Grande y con ella ordenó la masacre de los “santos inocentes”. Su hijo, Herodes Antipas la heredó y así llegó a manos del grupo encargado de aniquilar a Cristo en la cruz.

(continuará)

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