BUSCANDO A DIOS (II)



Para saber si uno está en el buen camino, lo mejor es sopesar y discernir las obras que se están haciendo y los frutos que ellas producen. Pero hay una serie de síntomas, de aspectos, de elementos de conducta, de sentimientos, que componen el perfil del hombre nuevo, el que orienta su vida conforme el querer de Cristo, en contraposición al hombre viejo, que se revuelve entre el error y nada quiere saber de Dios.
Como referencia, para componer el perfil del buscador sincero del rostro de Dios, sirve muy bien un texto de la carta de San Pablo a los Gálatas: "Las obras de la carne son conocidas: Fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, enemistades, discordia, envidia, cólera, ambiciones, divisiones, disensiones, rivalidades, borracheras, orgías y otras cosas por el estilo. Y os prevengo, como ya os previne, que quienes hacen estas cosas, no heredarán el Reino de Dios. En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de sí. Contra tales cosas no hay Ley, pues los que son de Cristo Jesús, han crucificado la carne con sus pasiones y apetencias".
Del mal espíritu, sería el nada más que verse a sí mismo, olvidando a los que se tiene al lado o a los que están lejos; discernir únicamente desde criterios humanos; anunciar un reino que no es el de Dios; refugiarse en una contemplación evasiva que desprestigia a la oración;  vivir en el desasosiego y el desamor; vestir al publicano y ser fariseo; urgir conversiones que a Dios no conducen; llevar el ministerio de servir con amarga tristeza; desanimar; herir sin curar; imponer y no ayudar a llevar la carga; ser intolerante y pretencioso poseedor de la Verdad; manipular el Evangelio en el propio provecho o en humillación de los no queridos; cizañear y desunir; olvidarse de Dios....
Tiene buen Espíritu, el que busca sinceramente a Dios y acoje Su Palabra, el que se hace discípulo suyo, habla de Dios, depende de Dios, hacer presente a Jesucristo y anunciar la llegada de Su Reino. Contemplar la Verdad y convertirse sinceramente a ella, ir desapareciendo para que sea Cristo el que se abra camino entre los hombres. Pobreza y alegría. Fortaleza para corregir y animar. Sufrir por el error y fecundar la penitencia con el dolor libremente asumido. Admitir en serenidad, ser signo de contradicción. Vivir con realismo los problemas del hombre de hoy y comprometerse con ellos en la búsqueda de soluciones dignas. Capacidad para escuchar y discernir. Arrancar para sembrar, destruir para edificar, anunciar y denunciar. Encadenarse al Evangelio para poder hablar con libertad. Comunión y servicio fraterno. Anuncio de esperanza, de resurrección con Cristo
"Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podremos saber el camino?". Les replica Jesús: "Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por Mí". (Juan 14, 5-6).

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