LA PIEDRA FILOSOFAL (IX)



Celibato y matrimonio

Para evitar malas interpretaciones debemos decir que este anexo, sólo conviene al aspirante al discipulado para demostrarle por qué le es necesaria la vida casta y pura. De nada les serviría a la generalidad de gentes que carecen de anhelos espirituales y son todavía incapaces de refrenar sus pasiones. Nosotros ni siquiera aconsejamos a los discípulos el celibato absoluto, sino que consideran como un religioso deber del místico iluminado casarse con un ser de su misma índole espiritual, si puede hallarlo, para de esta suerte ofrecer a las advinientes almas ventajosa ocasión de renacimiento.

Cuando dos cónyuges místicamente devotos efectúan el acto procreador con el deseo de servir a un expectante ego, cuando las condiciones prenatales son física, mental y espiritualmente puras; cuando la infancia del ego así nacido transcurre en una familiar atmósfera de nobles y altos pensamientos, entonces tanto los padres como los hijos realizan admirables progresos. Y como las grandes almas no pueden nacer de padres viles, como no puede el agua bajar más allá de su nivel, fuera en verdad muy impropio de un aspirante al discipulado vivir en absoluto celibato con el propósito de su adelanto individual si las circunstancias le permiten contraer matrimonio. Además, el consumo de la energía creadora, las pocas veces en que legítimamente lo requiere la procreación, no es obstáculo para el adelanto espiritual que ha de convertirlo en piedra filosofal, pues el alma-cuerpo adquirida por asumir los deberes de la paternidad trascenderá a toda posible pérdida.

Por lo tanto, nosotros enseñamos que el matrimonio es santo, bueno, noble y fomentador de espiritual adelanto, cuando los contrayentes limitan su uso al propósito de la procreación o bien como resultado del amor mútuo, y no como un deseo meramente sexual, con un fondo de pureza espiritual.

Non Nobis

Orden de Sión+++