EVANGELIO DÍA 16 DE JUNIO



Un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa, y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume, y colocándose detrás, junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas y se los enjugaba con sus cabellos. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado, se dijo: "Si este invitado fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: Una pecadora. Jesús, tomó la palabra y le dijo: "Simón, tengo algo que decirte". Él respondió: "Dímelo, Maestro". Jesús le dijo: "Un prestamista tenía dos deudores, uno le debía quinientos denarios y otro cincuenta. Cómo no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos le amará más?". Simón contestó: "Supongo que aquél a quién le perdonó más". Jesús le dijo: "Has juzgado rectamente". Y volviéndose a la mujer dijo a Simón: "¿Ves a esta mujer?. Ciando Yo entré a tu casa, no me pusiste agua para los pies, ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste, ella, en cambio, dese que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüentos, ella, en cambio, me ha ungido los pìes con perfume. Por eso te digo: Sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor, pero al que poco se le perdona, poco ama". Y a ella le dijo: "Tus pecados están perdonados". Los demás convidados comenzaron a decir entre si: "¿Quién es este que hasta perdona pecados?". Pero Jesús dijo a la mujer: "Tu fe te ha salvado, vete en paz". Después de esto, iba aminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que Él había curado de malos espíritus y enfermedades: María Magdalena, de la que habían salido siete demonios. Juana, la mujer de Cusa, intendente de Herodes, Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.
(Lucas 7, 36; 8, 3)

MEDITACIÓN

Señor, aunque haya otras opiniones, yo, con la mujer pecadora que encuentra en ti la paz que el mundo no podía darle, acojo en mi corazón tus palabras de vida: Tus pecados te son perdonados; tu fe te ha salvado; vete en paz.

Orden del Temple+++