En la
Tierra
podemos comprobar como
los aspectos de nuestra
personalidad nos son
devueltos como reflejos. Todo lo
que percibimos allí
fuera es un
espejo de algo
que tenemos dentro. Por
tanto, todo lo
que vemos fuera
de nosotros es
una proyección.
Proyectamos
nuestras cosas, tanto
las buenas como
las malas, sobre
otras personas y
asumimos que están
en su interior,
además de que solemos
negar que están
en nuestro interior.
La
verdad es esta:
-
Sólo te
puedes ver a
ti mismo.
-
Sólo te
puedes oír a
ti mismo.
-
Sólo puedes
hablar contigo mismo.
-
Sólo te
puedes criticar a
ti mismo.
-
Sólo te
puedes alabar a
ti mismo.
Cada
vez que dices
las palabras “tú eres” o
“él es” o “ella
es”, estás proyectando
algo de ti
mismo sobre otra
persona. Puede ser “eres
raro”, en cuyo caso
inconscientemente ves parte
de tu propia
rareza en esa
persona. Cuando dices “es una
estúpida”, estás proyectando tu
estupidez sobre ella. O
podría ser “sois
fantásticos”, porque ves algo
de tu propia
maravilla en ellos.
Si le dices
a otros que
son sabios pero
no aceptas tu
propia sabiduría, estás
proyectando tu sabiduría
al exterior.
Cuando
asumimos que otra
persona siente como
nosotros, estamos realizando
una proyección. “Debes de
sentirte fatal por
eso” o “debes de estar
encantado” son proyecciones. Estás
colocando tus sentimientos
sobre la otra
persona. Puede que sientan
las cosas de
una forma totalmente
distinta.
Proyectamos
nuestros miedos, nuestras inseguridades
y nuestra sexualidad
sobre los demás.
Es
más cómodo imaginar
que es otra
persona quien posee
las cualidades que
queremos negar que
tenemos dentro.
Si
entierras tu hostilidad
y la expresas
como agresividad pasiva,
estarás proyectando hostilidad
sobre la gente
que te rodea
e imaginarás que
ellos son agresivos,
tanto si lo
son como si no.
Selectivamente imaginarás actitudes
airadas o amenazadoras
allí donde no
existen. Aquellos que proyectan
su odio imaginan
que todo el
mundo representa una
amenaza para ellos.
(continuará)
Orden del Temple+++