EVANGELIO DÍA 3 DE JUNIO



Tomás, uno de los doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús, y los otros discípulos le decían: “Hemos visto al Señor”, pero él les contestó: “Si no veo en Sus manos la señal de Sus clavos y no meto la mano en Su costado, no lo creo”. A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, se puso en medio y dijo: “Paz a vosotros”. Luego dijo a Tomás: “Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino creyente”. Contestó Tomás: “Señor mío y Dios mío”. Jesús le dijo: “¿Por qué me has visto has creído?. Dichosos los que crean sin haber visto”.

(Juan 20, 24-29)



MEDITACIÓN



La reacción de Tomás, uno de los doce, representa la postura racionalista ante la vida. Él no cree porque otros se lo digan, sino que necesita ver, tocar, para poder creer. Fe y razón no son incompatibles. Cada una tiene su ámbito específico y ambas se complementan.

La fe es razonable y la razón necesita también de la confianza existencial, porque no es autosuficiente. Igualmente cada persona: No somos pura razón sin más, no debemos reducir nuestra vida a un puro silogismo filosófico o a una ecuación matemática, porque la vida es mucho más. Gran pérdida la del ser humano si tan solo se fía de sus propias fuerzas. La fe aporta algo espiritual que nos reconstituye alcanzo a divisar con el corazón, un horizonte que va más allá de lo inmediato.




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