LA IMPRESCINDIBLE REGENERACIÓN (IX)



La Regeneración del Espíritu

No sólo es el complemento necesario, sino que constituye el motor del proceso. El apóstol Pablo, el gran evangelizador, escribía a los Romanos (XII): “Os exhorto, hermanos, a presentar vuestros cuerpos en víctima viviente, santa, agradable a Dios. No os conforméis con este mundo, transformaos por la renovación de vuestra inteligencia, a fin de discernir cuál es  la voluntad de Dios, lo que es bueno y agradable para Él, lo que es perfecto”. Luego, determina un cierto número de preceptos en las relaciones mutuas, y acaba diciendo: “Ha llegado la hora de despertaros de vuestro sueño, pues ahora la salvación está más cera de vosotros. La noche está avanzada y el día muy cercano. Rechacemos las obras de las tinieblas y revistámonos con las armas de la Luz. Como en pleno día, comportémonos dignamente, sin comilonas, orgías, amancebamientos o libertinajes; revistamos el Señor Jesucristo”.

Es un texto elocuente y significativo de la transformación que un buen cristiano debe operar, pero nosotros somos más que simples cristianos, somos “llamados” directamente por el Cristo, a ser parte integrante de Su Milicia. Así, nuestra transformación, nuestra conducta, nuestro comportamiento, deben ser mucho más rigurosos. Por la Iniciación Crística que hemos emprendido, debemos llegar muy pronto a tener el mismo Espíritu del Cristo. Tenemos la obligación imperiosa de esforzarnos para conseguirlo. Debemos caminar y dar un paso firme y seguro hacia la Santidad, porque ésta, es una condición fundamental para ser Hijo de Dios, pues sin ella, no podemos entrar en relación directa y plena con el Padre, pues está escrito: “Seréis santos pues Yo Soy santo” (Levítico XI, 44 y Pedro I , 16).
                                      
Ser santo o santificado, significa “haber sido puesto aparte para el servicio de Dios”, es vivir de una manera especial y distinta del resto del mundo, en plena dedicación a la Obra Divina. Dios escoge a sus servidores, les llama para que salgan del mundo dominado por el Príncipe de las tinieblas y que sean totalmente suyos. Hemos sido llamados para entrar en la Santa Milicia y ahora nos hace falta corresponder a esta elección, llegar a ser santos para pertenecer realmente a Dios. Esto supone santificar todo nuestro ser: Cuerpo-Alma y Espíritu y particularmente éste último. “El que no tiene el Espíritu del Cristo, no le pertenece”. (Romanos VIII, 9), nos dice otra vez Pablo, que nos dice también: “No sabéis que sois el Templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros”. Pero, “Dios da sólo Su Espíritu a los que le obedecen”. (Hechos V).

Unos creen que para ser agradables a Dios, les basta el amor. Es cierto si comprendéis de qué amor se trata, lo que significa y cómo se manifiesta. Este Amor, es mucho más que un sentimiento de afección o cariño, supera aún la adoración de Dios, puesto que el Cristo declaró que muchos le adorarían en vano si respetan los mandamientos de los hombres en lugar de los de Dios. (Mc. VII, 7). Juan nos dice, que el Amor de Dios consiste en guardar sus Mandamientos, (Juan 8, 3) y respetar el Mandamiento de Dios, es ser santo, es salir de este mundo para vivir en el mundo Divino. No salir físicamente, sino espiritualmente. En el famoso capítulo XVII de Juan, dice Jesús al Padre: “No te pido sacarles del mundo, sino preservarlos del mal, no son de este mundo, como tampoco Yo”.

La sociedad en la que luchamos, no sabe hacer la distinción entre lo profano y lo sagrado porque todo ha sido profanado. Pero nosotros hemos sido puestos aparte para un designio particular de Dios y somos totalmente preservados del mal, mientras cumplimos con lo que Dios nos manda, mientras somos santos, “purifiquémonos de toda mancha de la carne y del Espíritu, cumpliendo nuestra santificación”, dice también Pablo a los Corintios (II Cor. VII, 1).

En resumen, para conseguir la Regeneración de nuestro ser en los tres Planos, nos hace falta ser santos, es decir, comportarnos en todo momento como fieles servidores del Padre, como auténticos soldados de la Santa Milicia, haciendo de nuestro cuerpo un verdadero Templo del Espíritu, de nuestra Alma, un Atanor de permanente purificación y nuestro Espíritu un auténtico pedestal del Espíritu Santo.
                                      
Conocemos el camino, sabemos lo que tenemos que hacer y hemos tomado la firme decisión, así lo espero, de acelerar nuestro proceso de Regeneración.

Estas son las bases del  proceso, y las estimo imprescindibles para poder utilizar las dos Piedras Alquímicas de que dispondremos pronto, que ya teneos virtualmente entre las manos: La Iniciación Crística, Piedras del Cristo y el Entomoserum, Piedra de la Madre.

Non Nobis Domine

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