LA ORACIÓN DE JESÚS EN EL HUERTO DE GETSEMANÍ




      
Autor: Hno. A.L.+ 


         En Mateo 26, 36 - 46, leemos:
                   “Padre Mío, si es posible, pase de Mi este cáliz, sin
embargo, no se haga como Yo quiero, sino como         quieres Tu”.

         Hermanos, he cogido este transcendental momento en la vida de Jesús El Cristo, en el que se encuentra, aparentemente, totalmente abandonado del Padre, por primera y única vez. Ya no es Jesús el Cristo, ya solo es Jesús, tan solo un hombre “cualquiera”; eso sí, un hombre lleno de virtudes, pero Solo un Hombre,  que va a padecer una cruel Pasión, y Él lo sabe, derramando gotas de sangre y agua, producto de su enorme miedo. Pero eso ya estaba escrito. Si Jesús el Cristo no hubiese padecido, haber muerto y después resucitado, todo lo anterior no hubiera servido para nada.

         Y como hombre que era, se llevó a sus discípulos Pedro, Santiago y Juan para que lo confortaran; pero éstos se quedaron dormidos, sintiéndose Jesús como el hombre más solitario del Universo, abandonado por Su Padre y sus discípulos.

         Su padecimiento fue horrible, sus verdugos se mofaban de Él. Cada latigazo que le propinaban hacían saltar trozos de carne, que se pegaban al cuerpo, y que cuando le quitaron la túnica, pegada al cuerpo debido a las heridas producidas por el terrorífico latigázo (flagelum). No le pusieron una “coronita” de espinas, sino que le colocaron una especie de casco de espinas, que le cogía la cabeza y parte del cuello.

         Después el recorrido, con la cruz a cuestas por la Vía Dolorosa, sufriendo varias caídas sobre sus maltrechas rodillas.

(continuará)

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