LA PIEDRA FILOSOFAL (V)




Los alquimistas relacionaron a los ángeles lunares, que gobiernan las mareas, con el elemento sal; a los lucifernarios espíritus de Marte con el elemento Azufre; y a los Señores de Mercurio con el metal mercurio.

Se valieron de esta simbólica representación a causa por una parte de la intolerancia religiosa que no permitía otras enseñanzas que las sancionadas por la iglesia ortodoxa de aquella época y, por otra parte, porque no estaba todavía de la masa general de la humanidad en disposición de comprender las verdades contenidas en la filosofía hermética.

También hablaban los alquimistas de un cuarto elemento, el ázoe, nombre en que entran la primera y la última letras del alfabeto, como si quisiera significar la misma idea que “alfa y omega”, o sea, que todo lo abarca e incluye. Se refería dicho elemento a lo que ahora se llama el rayo espiritual de Neptuno, que es la octava de Mercurio o sublimada esencia del poder espiritual.

Sabían los alquimistas que las naturalezas físicas y moral del hombre se habían embrutecido a causa de las pasiones infundidas por los espíritus lucifernarios, y que en consecuencia era necesario un proceso de destilación y refinamiento para eliminar tales características y elevar al hombre a las últimas alturas, donde jamás eclipsa el fulgor del espíritu la grosera envoltura que ahora lo encubre. Así es que los alquimistas consideraban el cuerpo como un laboratorio y hablaban del proceso espiritual en términos químicos. Observaron que este proceso comienza y tiene su peculiar campo de actividad en la espina dorsal, que constituye el enlace entre dos órganos creadores: El cerebro o campo de operaciones de los inteligentes mercurianos, y los genitales en donde tienen su más ventajosa posición los lujuriosos y pasionales espíritus de Lucifer.

(continuará)

Orden de Sión+++