LA SABIDURÍA E INTELIGENCIA ESPIRITUAL EN EL CAMINO HACIA EL AMOR DE DIOS (VI)



Autor: Hno. M.A.R.+

Tenemos pues la necesidad de conocer a Jesús mejor de lo que lo conocemos, pero....¿a través de qué medios progresaremos en este conocimiento?. La meditación sobre la lectura de las Escrituras acompañadas de las enseñanzas de los ya Iniciados, el ejemplo de las almas grandes y santificadas, nos deben conducir a un conocimiento verdadero de Cristo en la fe. Y en la medida que este conocimiento de Dios quede asimilado por la caridad, llegaremos poco a poco a la inteligencia espiritual de Cristo, de la que habla san Pablo a los Colosenses, sin relación alguna con el conocimiento imaginativo y sentimental que podamos tener y que antes fue mencionado.
Esta inteligencia espiritual de Cristo, es también fruto de nuestras experiencias personales más íntimas, cuando se nos ha perdonado mucho, poseemos un conocimiento experimental de la grandeza de la misericordia de Dios, que no pueden poseerlo los que no lo han probado. Este conocimiento, se desarrolla en una intuición de fe que no se puede describir ni expresar, ni siquiera imaginar dentro de nosotros mismos, pero se convierte en el fundamento de toda nuestra vida de oración.
Naturalmente, no podemos pensar en Dios o en Jesús, sin fijar nuestra atención en una forma intelectual o imaginativa, por más espiritual que sea. En este momento, es cuando interviene el Espíritu Santo, porque recordando las promesas que hizo Jesús en su último discurso del Jueves Santo, sin la intervención del Espíritu Santo y sólo con nuestras fuerzas de reflexión, estudio y meditación, aunque sea un gran amor el que los dicta, no podemos conocer a Jesús de modo perfecto.
Nuestra búsqueda de la inteligencia de la fe, a la luz de la fe precisamente, que sería una definición del conocimiento teológico, no se escapa de esta Ley, pero en el camino está ya presente el Espíritu Santo, en todo instante, para iluminarnos, fortificarnos, darnos intuiciones que no conseguiríamos de otro modo y para introducirnos en aquella visión de sabiduría de las cosas y de los hombres, propia de la sabiduría de Dios.
Pero en el camino de la oración, que trata de llegar a la contemplación, la intervención del Espíritu Santo, parece destinada más directamente a un conocimiento más íntimo del misterio de Dios. ¿Por qué no creemos más en la acción eficaz y real del Espíritu Santo en nuestras almas en el momento de la oración?. Pienso que no creemos suficientemente, quizá por eso no somos bastante audaces y gozamos al final sólo de una pobre esperanza.

(continuará)

Orden de Sión+++