LAS BIENAVENTURANZAS III




Bienaventurados los mansos porque ellos heredarán la Tierra.

Ningún hombre cuerdo, observando el mundo que le rodea podría aceptar esto al pie de la letra y la mayor parte de los cristianos lo han pasado por alto, pero el alma llega a un punto en que tiene que descartar las evasiones y enfrentarse a la realidad. Decir que somos cristianos y evadirnos de poner en práctica todo lo que se refiere a Su doctrina es hipocresía de la peor especie. Jesús es digno de confianza o no lo es, y si lo es, honrémosle aceptando que sabía lo que decía.

Esta Bienaventuranza, es la llave de la vida y el mensaje de Jesús reducido a una sola frase. En la Biblia, la palabra “Tierra” no se refiere sólo al globo terrestre, sino que es expresión o manifestación de una causa. Es necesario que una causa se manifieste o exprese antes de que podamos conocerla, y a la vez, toda manifestación tiene que tener su causa.

Pero en metafísica Divina, aprendemos que toda causa es mental y que nuestros cuerpos y todo lo que nos concierne, no son sino la manifestación de nuestro propio estado mental consciente o subconscientemente. Por tanto, nuestra “tierra” significa la totalidad de nuestra experiencia externa y heredarla significa adquirir dominio sobre esa experiencia y ordenar nuestra vida en armonía y éxito positivo. En consecuencia, “poseer la Tierra”, se refiere a nuestras condiciones de vida, desde la salud corporal hasta el más pequeño detalle de nuestros asuntos. Pero la Bienaventuranza dice que el dominio ha de alcanzarse de cierta manera y de la más inesperada de las formas: Ser manso.

Pero el ser manso no como en el lenguaje se entienda hoy día como persona débil, falta de valor y respeto hacia sí misma. En sentido bíblico, la mansedumbre da a entender una acritud mental que ninguna otra palabra describe con exactitud, y precisamente en esa actitud mental, radica el secreto de la prosperidad o del éxito de la oración. Es una combinación de mente abierta, fe en Dios y el convencimiento de que la voluntad de Dios con respecto a nosotros, es siempre algo vital que trae gozo a nuestra existencia, así como una predisposición a permitir que la voluntad de Dios se manifiesta en la forma que considere mejor Su sabiduría y no como nosotros hayamos escogido.

Esta actitud mental es la Llave del Poder, el éxito de la prueba. No hay palabra para ella, sólo para quienes están afirmados en la roca espiritual de la Palabra de Jesucristo. Si deseamos heredar la “Tierra”, hemos de adquirir mansedumbre. La verdadera glorificación de un ser es la glorificación de Dios: “El Padre está en mi, Él hace el trabajo”. La mansedumbre, obliga a Dios mismo.


(continuará)


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