EVANGELIO DÍA 11 DE ABRIL



En aquel tiempo, Jesús se dirigió al monte de los Olivos, y al día siguiente, al amanecer, volvió al Templo. La gente se le acercó y Él, sentándose, comenzó a enseñarles. Los maestros de la Ley y los fariseos llevaron entonces a una mujer que había sido sorprendida en adulterio. La pusieron en medio de todos los presentes y dijeron a Jesús: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo del adulterio. En nuestra Ley, Moisés ordena matar a pedradas a esta clase de mujeres. Y Tú, ¿qué dices?”. Preguntaron esto para ponerle a prueba y tener algo de qué acusarle, pero Jesús se inclinó y se puso a escribir en la tierra con el dedo. Luego, como seguían preguntándole, se enderezó y les respondió: “El que de vosotros esté sin pecado, que arroje la primera piedra”. Volvió a inclinarse y siguió escribiendo en la tierra. Al oír esto, uno tras otro fueron saliendo, empezando por los más viejos. Cuando Jesús se encontró solo con la mujer, que se había quedado allí, se enderezó y le preguntó: “¿Mujer ¿dónde están?, ¿ninguno te ha condenado?”. Contestó ella: “Ninguno, Señor”. Jesús le dijo: “Tampoco Yo te condeno. Vete y no vuelvas a pecar”.
(Juan 8, 1-11)

MEDITACIÓN

Ninguno podemos quedar indiferentes ante la respuesta inteligente de Jesús. Declara pecadora a toda la humanidad sin excepción y deja claro que no la va a condenar por ello, pero a cambio pide que se asuma la responsabilidad. Señor, si me pides cambiar, es porque soy capaz. Si Tú crees en mi, ¿por qué voy a dudar?.

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