VIERNES SANTO 2010 (III)

EL EXACTOR MORTIS







Uno de los oficiales, fue designado para llevar a Jesús al Gólgota. Fueron nombrados también tres soldados para vigilar el lugar hasta que Jesús muriera. El Jefe militar, tomó la desacostumbrada medida de enviar una Centuria, para que le escoltasen. El oficial mandó que desmontaran la cruz, hecha de dos maderos toscamente tallados, el vertical “stipes” de una longitud de diez codos (unos cuatro metros y medio) que se plantaba en la tierra, ya que los dos juntos, pesaban unos ciento treinta y cinco kilos, un peso que ni siquiera un hombre sano podía soportar. El “patibulum”, el travesaño superior, pesaba unos 22 kilos y el travesaño fue cargado sobre Su cuello y hombros y extendiéndoles los brazos, se los ataron al madero.



Jesús recibe en sus hombros la cruz y comienza a recorrer el camino de la Vía Dolorosa y esta Santa Cruz, es para los cristianos la enseña de la victoria de la vida sobre la muerte, de la gracia sobre el pecado. La Cruz, instrumento de muerte infame, cuando Jesús carga con ella, marca un cambio en la historia de la Cruz, pues se convierte en llave maestra. Con su ayuda, el hombre abrirá la puerta de las profundidades del Misterio de Dios y por medio de Cristo, los hombres sabrán que Dios es Amor pues: “Tanto amó Dios al mundo que dio a Su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna”.



Jesús, camino del Calvario, llevando sobre sus hombros el madero sobre el que habría de morir, se convierte en víctima por la redención del mundo. Al Todopoderoso, no le bastaba hacerse hombre para rescatar al género humano, no es bastante padecer y morir, sino que anhela entregar al hombre aquella carne que tomó para redimirle. La mansedumbre de Su abatido rostro, su noble cabeza, sus ojos extremadamente cansados y dolientes y la fuerza desgarradora de su zancada, nos ayudan a creer en el Amor que Dios nos ha tenido.



Como peregrinos de un mundo flagelado por los horrores de las guerras y conscientes de las necesidades y sufrimientos de nuestros hermanos en todas partes del mundo, invocamos al Señor del Gran Poder en auxilio, para que ningún niño se quede sin sonrisa, el enfermo aislado, la luz en tinieblas, la libertad cautiva, el hambriento sin pan, en desesperado sin esperanza.... .











Venid a Mi todos los que estáis fatigados y cargados, que Yo os aliviaré. Tomad sobre vosotros Mi yugo y aprended de Mi, que soy manso y humilde de corazón y hallaréis descanso para vuestras almas, pues mi yugo es blando y mi carga ligera.



HIJAS DE JERUSALÉN, NO LLORÉIS POR MI







Le seguía una gran muchedumbre del pueblo y muchas mujeres que se herían y lamentaban por Él. Vuelto a ellas, Jesús les dijo: “Hijas de Jerusalén, no lloréis por Mi, llorad más bien por vosotras mismas y por vuestros hijos, porque días vendrán en que se dirán: Dichosas las estériles y los vientres que no engendraron y los pechos que no amamantaron. Entonces dirán a los montes: Caed sobre nosotros, y a los collados ocúltanos, porque si esto se hace con el leño verde, en el seco ¿qué será?”.







SIMÓN DE CIRENE







Cirineo, es todo aquel que asume una tarea particularmente gravosa que correspondería a otros. Así Simón, fue obligado por los soldados a que ayudara a Jesús a llevar la cruz hasta el Calvario. Este hombre, que venía del campo, padre de Alejandro y Rufo, le requirieron para llevar la cruz, aunque éste no tenía ningún deseo de cargar con ella, ya que tenía planes para una fiesta que ya no podría celebrar porque e había convertido en un “impuro” por su contacto con el madero del patíbulo. Sin embargo, su ira se fue esfumando ante los ojos serenos de Jesús. Luego sintió piedad y al fin amor. Sin él saberlo, estaba cumpliendo literalmente, las palabras que un año antes había dicho este condenado al que ayudaba: “Si alguno quiere ser Mi discípulo, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”.







LAS CAÍDAS DE CRISTO







Al igual que Jesús soporta la cruz de nuestros pecados hasta el Calvario y con su mano apoyada en la roca impulsa Su Divino cuerpo atormentado hacia el supremo sacrificio, también nosotros, caemos diariamente por el peso de nuestras miserias y limitaciones humanas. Sin embargo, cerremos los ojos y unidas las manos en actitud suplicante, roguemos al Señor que nos perdone y nos conceda la fuerza espiritual para llevar nuestra cruz de cada día.















Entre la turba, avanzaba una comitiva, precedida por un piquete de soldados romanos. Los mandaba un Centurión a caballo. Se trataba de Quinto Cornelio. Les seguía una muchedumbre de sacerdotes, comerciantes, campesinos, fariseos, desposeídos y toda una plebe morbosa. Jesús cae por tercera vez y el Centurión se da cuenta de que el reo no llegaría vivo al lugar. Por eso llamó y ordenó a Simón que le ayudara.





Llegados al Gólgota, Jesús es despojado de sus vestiduras, pero como la túnica del Señor estaba pegada por la sangre a sus llagas, el dolor al quitársela fue atroz, porque se laceraron las terminaciones nerviosas puestas al descubierto por las llagas y la sangre volvió a correr.







Le intentaron ofrecer vino mirrado, un calmante, pero no lo tomó porque quería agonizar en la cruz conscientemente, cumpliendo la misión encomendada por el Padre.





Se repartieron sus vestidos, echando suerte sobre ellos, a ver lo que se llevaría cada uno. Una vez crucificado Jesús, tomaron sus vestiduras haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y la túnica sin costura, pues estaba tejida toda desde arriba, dijéronse: No la rasguemos, sino echemos suertes sobre ella a ver a quien le toca, a fin de que se cumpliese la Escritura. “Dividiéndose mis vestidos y sobre Mis vestidos y sobre Mi túnica echaron suertes”.





La paciencia de Dios, es el complemento de nuestra debilidad, la razón de nuestra confianza en Él. Gracias a la paciencia, el hombre descubre la belleza y la alegría escritas por el Creador. La paciencia, siempre va unida a la Paz y a la grandeza de espíritu, ya que hunde sus raíces en el propio ser humano. Por tanto, la paciencia es la virtud de quienes ya en la tierra comienzan a vislumbrar la eternidad. Por eso el Maestro nos dice: “El que se humille como un niño, ese será el más grande en el Reino de los Cielos”.





El “títulus vía”: Jesús Nazareno, rey de los judíos, nos indica el delito del condenado, es una confirmación de la soberanía de Jesús sobre las gentes de todas las lenguas que Pilatos ordenó fijar a la cruz y allí permanece pese a la oposición judía.


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