EVANGELIO DÍA 31 DE DICIEMBRE



En el principio ya existía la Palabra y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios. Por medio de Él, Dios hizo todas las cosas, nada fue hecho sin Él. En Él estaba la Vida y la Vida era la Luz de la humanidad. Esa Luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no han podido apagarla. Hubo un hombre llamado Juan, a quien Dios envió como testigo para que diera testimonio de la Luz y para que todos creyesen por medio de él. Juan no era la Luz, sino un enviado de la Luz. Aquel que es la Palabra estaba en el mundo y aunque Dios había hecho el mundo por medio de Él, los que son del mundo no le reconocieron. Vino, pero los suyos no le recibieron. Pero a quienes le recibieron y creyeron en Él, les concedió el privilegio de llegar a ser hijos de Dios. Aquel que es la Palabra, se hizo hombre y vivió entre nosotros lleno de Amor y Verdad. Y hemos visto Su gloria. De sus grandes riquezas, todos hemos recibido bendición tras bendición. Porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero el Amor y la Verdad se han hecho realidad por medio de Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios, el Hijo único, que es Dios y que vive en íntima comunión con el Padre, nos lo ha dado a conocer.

(Juan 1, 1-18)



MEDITACIÓN



Pasamos gran parte de nuestra vida esperando ver a Dios, como si Dios fuera una cosa o una visión. Dios no es así. Dios es poder creador y la fuente misma de la Vida, el manantial de la Gracia, la razón de nuestra existencia y el objetivo de nuestra vida.



© Todos los derechos reservados. Orden del Temple, 2.010