EVANGELIO DÍA 13 DE SEPTIEMBRE



Cuando Jesús terminó de hablar a la gente, se fue a Cafarnaún. Vivía allí un centurión romano, cuyo criado, al que quería mucho, se encontraba a punto de morir. Habiendo oído hablar de Jesús, el centurión envío a unos ancianos de los judíos a rogarle que fuera a sanar a su criado. Ellos se presentaron a Jesús y le rogaron mucho, diciendo: “este centurión merece que le ayudes, porque ama a nuestra nación. Él mismo hizo construir nuestra Sinagoga”. Jesús fue con ellos, pero cuando ya estaban cerca de la casa, el centurión les envió unos amigos a decirle: “Señor, no te molestes, porque yo no merezco que entres en mi casa. Por eso no me atreví a ir en persona a buscarte. Solamente da la orden y mi criado se curará. Porque yo mismo estoy bajo órdenes superiores y a la vez tengo soldados bajo mi mando. Cuando a uno de ellos le digo que vaya, va; cuando a otro le digo que venga, viene, y cuando ordeno a mi criado que haga algo, lo hace”. Al oír esto, Jesús se quedó admirado y mirando a la gente que le seguía dijo: “Os aseguro, que ni en Israel he encontrado tanta fe como en este hombre”. Al regresar a la casa, los enviados encontraron que el criado ya estaba sano.

(Lucas 7, 1-10)



MEDITACIÓN



Caminar por las fronteras de la vida y aprender a amar a lo diferente, como hizo Jesús, impedirá que los gobiernos nos impongan quienes deben ser nuestros enemigos. Esa será nuestra contribución a la paz del mundo.



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